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martes, 10 de julio de 2012

El Metro Universal de Luis Benítez



UNA INGENIOSA EXPERIENCIA MODERNA

Por Norma Mazzei

      A partir de unas cartas consulares, fechadas durante la presidencia de Urquiza y que ofician de testimonio histórico motivador, comienzan a desplegarse varias historias paralelas en torno al tema que las vertebra: la necesidad de presunta rectificación del metro universal, instaurado décadas atrás por los jacobinos ideólogos de la república francesa, cuando se gestaran los paradigmas de la Modernidad.

      Original el planteo del autor y muy acertado el desarrollo de una fábula suma que se complejiza y resuelve en contrapunto de situaciones simultáneas, de personajes históricos ficcionalizados y personajes genuinamente ficticios; todos situados en la ciudad luz, en la torre del mundo que aspiraba a ser París en los 1850 y tantos.

      A través de un tono que vacila entre más jocoso que mordaz, el narrador deviene objetivador discreto, buscando parodiar a aquellos novelistas de tesis de la época y desde luego, trasciende esta postura.  Cuenta lo que sucede, remite al pasado, se detiene en detalles que observa con gracia y, variando los puntos de vista o perspectivas al modo de una cámara que intrusa fisgonea cuartuchos de pensión, recámaras palaciegas, calles y carruajes, atuendos y costumbres, nos revela cómo era la ciudad en tiempos de Bonaparte III.

       Es que Benítez se ha zambullido en los mares modernos y en el dilema positivista sobre la perfección medible de las cosas; por eso su narrador también se obsesiona con porciones, distancias, mensuras cifradas y otras ocurrencias y nos hace la lectura entretenida.  Por otra parte, en la ocasión atinada, la narración  se suspende para que surja una descripción de observatorio sumamente perceptiva, tal como se manifiesta en las variables de la lluvia o en el sueño del gato.

       Pero, fundamentalmente, se trata de una notable novela de personajes que el tema reúne y cuyo protagonismo decisivo lo desempeña un poeta: el fundador de la poesía moderna, el conflictivo, el creador marginal que era Charles Baudelaire.  Como figura vinculante está signando a la vez el cierre del Romanticismo tardío y la anticipación de las Vanguardias.  (Esto se deduce de los diálogos que entabla Baudelaire con otros escritores contemporáneos y que constituyen guiños del autor con la finalidad de remarcar los cambios socio –culturales a consolidarse en las postrimerías del siglo XIX).

       A lo largo de la trama, las escenas primarias van pautando de qué modo, en apariencia azaroso, el poeta se relaciona directa e indirectamente con un vanidoso duque cientificista, un profesor delirante y un falso diplomático argentino -la tríada de alienados que persevera por el metro universal- y acorde con su biografía, se proyectan sus tortuosas relaciones amorosas con una mulata; aquí la traidora procede del Realismo maravilloso.

      En la segunda parte de la obra, Benítez afianza la visión de crisis en lo cotidiano hacia su modernización, con el relevo de figuras históricas de la ciencia y del urbanismo, tales Pasteur y el Barón Haussmann.  Se asientan las ideas de Evolucionismo y firme Progresismo mediante la recreación de ambientes nuevos, trazados de bulevares, soportales y luminarias; procedimientos de escritura que expresan el trabajo previo de investigación que llevó a cabo el autor y que concluyen en un perfil de novela histórica.

        La correspondencia de J. B. Alberdi –por entonces embajador en Francia- esclarece y descubre con pormenores las acciones descabelladas de la tríada que mencionamos antes, que pergeñaban mejorar el metro ad usum por las pampas del sur.  Hecho insólito éste que rescatado de la historiografía , Benítez empalma imaginariamente con la difícil vida de Baudelaire.  Porque será el poeta, quien descreído de tanto progreso a la carta y por sustento pecuniario, se hará cargo como escriba de semejantes teorías.  Poco sentido tenía perfeccionar medidas para el heroico hombre medio que fuera Baudelaire, así probablemente lo hubiera vivido y de análoga manera hoy lo comprende Luis Benítez.  Por ello, creemos, elige finalizar su novela con el presagio de una imagen de felino estatuaria, en la cual consuma la mentalidad positivista sugiriéndonos aceptar la fragilidad de las empresas humanas, que tan frágiles son que nos hemos atrevido a fijar como universal la longitud convencional del metro, para jactarnos de medir el mundo.

       Con esta nueva obra, el multifacético escritor demuestra una vez más su reconocido talento individual, contribuyendo también a enriquecer la narrativa argentina actual.

Buenos Aires, julio de 2012


Ediciones Pluma y Papel, de Buenos Aires, acaba de editar la novela “El Metro Universal”, de Luis Benítez, finalista del Premio La Nación / Sudamericana 2006, cuyo jurado integraron Carlos Fuentes, Griselda Gambaro, Tomás Eloy Martínez, Luis Chitarroni y Hugo Beccacece. La edición en formato papel está acompañada por otra en E-book, que puede conseguirse en:


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