LA VENTANA
Calle solitaria.
Una luz amarilla la sostiene
con el brazo de hierro.
Árboles y ramas entre los cables
sin viento. Y la vida de nadie
a quién le importa?
Lo real es una lámina adherida
minuciosamente
al vidrio.
*
Todo era Dios o el tajo
de su ausencia en la mirada.
El peso del aire curva
las espaldas y el eco
de la piedra no arrojada
permanece.
Caímos en los treinta como un relámpago.
*
algo en mí
– con el imperio de una lluvia serena –
desplegará sus alas.
Eso busco:
detenerme a recordar la tarde
mientras sucede.
En “El gesto del que danza”, Córdoba, 1994
ANIMAL NOCTURNO
No es el ala su escritura, sino
esa membrana que forma entre sus dedos
el insomnio:
ese ir y venir
bajo los techos
de un asunto privado,
ese casi dolor
ante una mínima
insinuación
de la luz.
LA LLAVE DEL SUICIDA
Ya estaba el arma
(un recuerdo de su abuelo)
en un cajón del placard
y también el agujero en la cabeza
esperando la bala.
Cada cosa en su sitio,
y en el bolsillo indicado
la copia mal hecha
de la llave original.
OFICIO
Ella desgarra con sus dientes
la noche envuelta en celofán
y adora el oficio de un pez amargo
entre sus pliegues de agua dulce.
Ella sabe entre sus piernas
y se mece en un cuerpo
mientras muerde la cruz del rosario
que cuelga de su cuello
amarrando la fe.
LA CERRADURA
Como un antiguo crimen:
el acento olvidado
en su trabajo de corrector,
la bala
en la cabeza de su padre
(algunas caries demás)
y la sensación de andar por el mundo
como si en cada cerradura
hubiese un ojo.
En fin,
lo inútil
que se convalida
¿en el texto de quién?
EL CONDUCTOR
Tal vez alguna sed
saciándose
en los ojos del hombre que se mira
en el cristal del parabrisas,
un segundo antes
de atravesarlo con el cuerpo entero,
bajo una luz plateada,
en la curva final.
En “El ojo y la cerradura”, Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 1999
Matías Vernengo (Buenos Aires, 6 de mayo de 1963 - San Luis, 28 de marzo de 2010).
Hace un rato Jorge Rivelli me dio la noticia de la muerte de Matías. Días atrás estuve pensando en él, saqué “El ojo de la cerradura” de la biblioteca y pensaba seleccionar algunos textos; me llegan a través de Jorge algunos poemas por correo-e, tipeo otros. Matías diseñó los tres primeros números de El espiniyo, y era un pibe hermoso. Publicó tres libros de poemas: “El gesto del que danza”, 1994; “El ojo de la cerradura”, 1999; y “Cuaderno blanco”, 2009. Desde 2007 vivía en la provincia de San Luis, donde ocurrió el accidente.
dejó belleza, sin lugar a duda que la dejó. Un abrazo
ResponderEliminarCuántas horas nocturnas, regurgitando y buscando salir, para entrar en nuevos escenarios...
ResponderEliminarMati , bien lo sabe.
Alberto Stornello
Cada poema nos revela un jirón de inquietud, de desasosiego; el cariz de un instante en una síntesis precisa. Lamento hondamente su deceso.
ResponderEliminarLamento hondamente el deceso de este fantástico poeta que, mediante la síntesis poética precisa, desarrolla el desasosiego del instante en cada poema.
ResponderEliminarLamento profundamente el deceso de este poeta que, en cada poema, plasmó el desasosiego del instante a través de la síntesis exacta.
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