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sábado, 6 de febrero de 2010

Emma Barrandéguy – Ya me voy y otros poemas de “Poesías completas”



YA ME VOY

Ya me voy de tu cuarto
y de tus hombros.

Allí esa intimidad de tu ropero
y los libros.
¿Qué haríamos sin ellos para el viaje?

La caricia empezada
y los ojos curiosos
te los dejo, hoy y siempre.

Se me encienden las manos
y me olvido. Despiértame.

Ya me voy de tu cuarto:
verás cómo, despacio,
se irán domesticando
mis violencias.
Y absurdo me ha de ser este deseo
y este crearse un sueño.

Y al fin, un día, me serán tan fácil:
las manos quietas y los ojos ciegos.

De: Las Puertas, 1964


FOTO

Esa soy yo:
una mujer gastada y melancólica
con la mirada
que arranca de una infancia razonable
y una cabeza peinada
como corresponde
a una señora de tantos años.
Procuro que las canas
tengan su orden natural
que tranquiliza a los que miran,
aunque yo casi estoy segura,
después de todo,
que moriré sin haber sentado cabeza.

De: Refracciones, 1986


EL CUERPO

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tonterías, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

De: Camino hecho, 1996


DÉJENME SER UNA HOJA DE ÁRBOL…

“Déjenme ser una hoja de árbol, acariciada por la brisa”
La última hoja amarilla
de los fresnos,
del ceibo, de la glicina blanca.
Soy.
Ya culmina el otoño
entre nosotros.
Las hojas esperan en la vereda.
El agua que las empape y las ensucie.
El árbol, libre de ellas,
al fin puede conversar con la luna
que asoma brillante y sensual
por el este de la noche
que silba entre las ramas.

De: Últimos poemas, 2002-2006


En: “Poesías completas”, Ediciones del Copista, Córdoba, Argentina, 2009.

Emma Barrandéguy nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 8 de marzo de 1914. 
Murió, en su ciudad natal, el 19 de diciembre de 2006.
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