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sábado, 29 de noviembre de 2008

Juan Gelman: Acerca de escritura y militancia. Walsh. Urondo. Conti.

número 05, noviembre de 2008
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las cosas que yo amo reservan un rincón de abrigo
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“Lo que me parece importante destacar es que ellos se murieron, pero todo lo que hicieron, desde sus actos hasta su literatura, fueron hechos de vida.”

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Juan Gelman: “(...) en los años `45 y `46, cuando termina la Guerra y Europa queda devastada y hambrienta, o bien en la América Latina de los años `60-`70, cuando se empiezan a desarrollar los grupos armados, fueron momentos en los que se le crearon a los intelectuales de izquierda varias disyuntivas. Algunas de sus expresiones, en el caso latinoamericano, fueron abordadas por Mario Benedetti en un libro de reportajes a varios poetas, publicado en 1972.

(...) (me refiero) a la disyuntiva de “escribís o militás”. Es así que hubo gente que decía “bueno, yo hago la revolución en la escritura”. Otros que decían “como yo milito, no escribo, porque las condiciones de la militancia son sumamente duras, de clandestinidad, de riesgo personal,, de peligros de muerte; así que todo esto me impide tener tiempo para escribir y renuncio a la literatura”.
A mi me parecen argumentos válidos en cada caso. Está el que no quiere militar porque su caracterología de escritor lo lleva a necesitar determinadas condiciones y viceversa, el que elige la militancia y abandona la escritura porque juzga más importante la lucha por la liberación.


Pero los ejemplos de Rodolfo Walsh y de Paco Urondo y también de Haroldo Conti demuestran claramente que la actividad literaria y la militancia revolucionaria no son necesariamente contradictorias. Que eso depende de cada uno y que, evidentemente, es respetable cada elección personal.
Paco lo dijo una vez: “Yo empuñé las armas porque busco la palabra justa.” Eran hombres que supieron aunar todo: no consideraban la escritura como fenómeno al margen de la vida de su pueblo ni la vida de su pueblo al margen de su literatura. Y no estoy hablando de novatos, sino de hombres de gran calidad literaria que con su ejemplo cuestionan toda una actitud política obrerista que ciertas dirigencias revolucionarias –en el poder o no– suelen tener frente a los intelectuales. Digamos la verdad, escritores del nivel de Rodolfo Walsh no hay muchos en América Latina o en lengua española, ni muchos Paco Urondo ni muchos Haroldo Conti.
El mismo rigor intelectual que tuvo Rodolfo Walsh como periodista, en sus análisis políticos y en su vida personal, campea en su escritura y por eso, como por tantas cosas, me parece un ejemplo.

(...) Aunque hay cosas que se deben señalar: ninguno de los tres fue suicida. Los tres, de modo distinto, contribuyeron a la lucha por la unidad nacional no sólo con sus escritos, que ya estaba bien, sino también como ciudadanos. Ellos supieron que morir era uno de los riesgos de esa lucha y creo que su grandeza consiste, entre otras cosas, en que esa conciencia no los amilanó. Esa es la grandeza de cualquiera, sea escritor o no, que sabe que resistir al imperialismo, que resistir a la oligarquía, resistir a los poderes que oprimen, conlleva el peligro de la muerte. Esa grandeza la tenían los obreros desconocidos del peronismo que fueron fusilados en José León Suárez, los que iban a parar las bombas de la Revolución Libertadora con sus cuchillos de matarifes en 1955, los caídos peleando contra la última dictadura. Esa es una grandeza común a mucha gente. En el caso especifico de Walsh, Urondo y Conti, ellos emprendieron ese camino sin importarles los prestigios literarios que bien se habían ganado. Fue así que plasmaron en un nudo de vida el problema de la creación y el de la lucha, cuando ya eran gente grande, con una vida hecha atrás, libros, hijos, hasta nietos. Y sin embargo no cejaron.
Lo que me parece importante, sobre todo... Pará la grabación, viejo.

Lo que me parece importante destacar es que ellos se murieron, pero todo lo que hicieron, desde sus actos hasta su literatura, fueron hechos de vida.
Hoy hay una cantidad de enanos que no les llegan ni a los talones desde ningún punto de vista, ni literario un mucho menos humano, que opinan que aquellos hombres se suicidaron. Hay quien, con más de 20 años de vivir en París, se permite perdonarles la muerte a Paco, a Rodolfo o Haroldo. Gente que me ha dicho: “Lo que nosotros no les podemos perdonar, porque los queríamos tanto, es que se hayan suicidado, ya que sabían que los estaban por matar”. Eso me parece una mezquindad humana extraordinaria.

(...) Creo que cuando esos argumentos se esgrimen en el país, se hace con un criterio eminentemente político. Este sacrificio que no es sólo de algunos escritores sino el de tantos miles de seres anónimos empeñados en cambiar las estructuras de opresión, pretende hacerse aparecer como un acto de suicidio. Y este concepto, como tantos otros que mencionaste y giran en el debate sobre los pecados originales de las organizaciones revolucionarias, siempre lleva a la parálisis.

(...) Creo que hay que dar testimonio; perder la vida es uno de los riesgos de esa tarea, pero nada más, nada más. También podés pasar por esta callecita y se te cae un piano desde el quinto piso y moriste. Esto tiene que ver con lo que hablábamos antes y no sólo referido al caso de Paco, Rodolfo y Conti, sino de tantos héroes anónimos de los cuales se hace cada vez más difícil escribir la historia. Sin ir más lejos, empecemos con la década del `30: hay una cantidad de luchas que protagoniza el Partido Comunista, los socialistas, los extranjeros, los anarquistas y otros que podían estar desfasados de la nación, pero no de la lucha de clases. Esa fue gente que sufrió la cárcel, la expulsión, la tortura en la Sección Especial, cuyos nombres no se conocen. Hay una larga línea de resistencia en nuestro país: está la Resistencia Peronista, la Resistencia de los años `70. hay un tejido permanente que está en la base de todo lo que proponen los grupos armados de la resistencia, cuyas conducciones no supieron vincular con la historia. Esa es la raíz de los errores cometidos.

(...) Te reitero una cosa: Rodolfo no decidió morir, Rodolfo decidió vivir de determinado modo que entrañaba un riesgo de muerte. La circunstancia de su muerte nace de una delación: él va a la cita, allí lo rodean. Rodolfo, al parecer, tenía una pistola 22 en la bragueta con la que sabía que era muy difícil hacerles frente, pero que por lo menos era algo. Cuando echó mano a eso para resistir, los emboscados tiraron y llevaron su cuerpo a la ESMA. Haroldo Conti, ni siquiera tuvo la 22 en la bragueta.
No creo que Rodolfo se sintiera solo cuando resolvió dejar la Organización, porque entonces creía, sentía y pensaba que era la Organización la que se había quedado sola de pueblo. Es la Organización la que se ha alejado tanto que se ha quedado aislada; pero no él que, aún viviendo clandestinamente siguió en comunicación con su gente. Es por todo eso que elige volver a su tarea periodística, que da testimonio, que cuenta lo que ocurre, que construye una memoria. Y esto significó llanamente el riesgo de la muerte; porque Walsh no se limita a escribir y a guardarse, sino que además publica y difunde. Y mirá vos, él cae el día en que está echando copias de su carta en distintos buzones. Esa carta primera de balance de la dictadura militar.

Digamos que Walsh nunca estuvo solo de lo esencial. La soledad en la que a hombres como Rodolfo puede dejarlo una organización es algo verdaderamente transitorio y, si vos querés, poco importante. Lo grave habría sido que Walsh hubiera estado solo de su pueblo. Algo que jamás sucedió, como creo que jamás el pueblo va a quedarse solo de él, de la belleza que él supo crear.
Las criticas a Montoneros que Rodolfo formuló antes de ser muerto, fueron similares a las que formuló (Juan Julio) Roqué y, aunque estamos hablando de dos hombres de origen diferente, ya que Roqué venía de las FAR y Walsh de las FAP, ambos coincidieron.
Walsh habló en sus documentos, sobre la relación que debe haber entre una organización de vanguardia y el pueblo. Señaló que la organización de vanguardia debe estar un pasito más adelante, es cierto, pero no alejarse tanto, porque entonces se convierte en una patrulla perdida en la neblina. Aquellos fueron los documentos que nosotros rescatamos y publicamos cuando rompimos con el Movimiento Peronista Montonero, sabiendo de la justeza de sus señalamientos: que todo ese abandono de espacios políticos que nadie ocupaba era una locura.
Ese espacio, repito, estuvo vacío: ningún partido político lo ocupó en términos de resistencia. Si la clase obrera que, pese a determinadas conducciones como la de Casildo Herrera –que se raja a Montevideo, saca una goma gigante y dice “yo me borré” – hicieron la vida imposible a la dictadura desde el mismo comienzo del régimen. Los obreros fueron los que le pasaron por encima a los líderes de esa burocracia, que se fueron avisados por los milicos de la inminencia del golpe. Y nada es casual: gente como Rodolfo o Paco o Haroldo, que podían haberse ido por cultura, por contactos o para salvar una obra, sin pasaje sacado con el dinero de alguna obra social, se quedaron a vivir lo que el pueblo viviera y a luchar contra la dictadura, aunque eso tuviera el precio de la muerte.

...

(...) Empecemos por decir que, escritores o no, aquella generación se jugó porque creía en las posibilidades de cambio en el país. Creyó en la posibilidad de acceder a una sociedad más justa, en pocas palabras.
En cuanto a la crítica de esa literatura, si era demasiado testimonial o no, mirá, Mero, eso me recuerda una especie de repetición de la misma polémica que se da cada tanto sobre ejes que son siempre bastante zonzos. Y el eje de esa discusión es que aparentemente el tema de la obra de arte es el que determina su valor, lo cual es una zoncera antes, durante y después de ésta y de todas las épocas, fuera y dentro de la Argentina.
Yo sé que te voy a decir una verdad de Perogrullo: con el mismo tema se puede hacer una obra extraordinaria y se puede hacer una mierda. El tema no es lo que determina la calidad, de ningún modo. Con el tema del exilio se hicieron obras estupendas y también se hizo basura; lo mismo ocurrió con el de los militares, de las luchas populares, etcétera. Hay quienes pretenden que sólo temas que hacen a la esencia del hombre –como el amor– permite crear obras de “calidad”. Pero todos hemos leído novelas o visto obras de teatro y películas o leído poemas de amor que son una porquería y de ninguna manera llegan a la altura a la que llegó Safo hace 2600 años.

Ahora, si esta gente cree que la obra de un Haroldo Conti –para hablar concretamente– o de un Rodolfo Walsh se pueden descalificar por sus temas, me gustaría que me presentasen muchos, pero muchos escritores que alcanzaron el nivel literario en un mismo plano, sólo porque hablaron de otros temas. Los hay en nuestra literatura, desde luego; pero digamos que si están al mismo nivel no es porque usaron otros temas, sino porque son escritores de la misma excelencia que tuvieron Conti y Walsh.
En todo caso veo un tipo de critica tan sociologista como el que hace veinte años atrás existió, pero al revés: digamos que es una suerte de stalinismo crítico a la inversa.
Hace veinte años, si vos, en Argentina o en América Latina, escribías sobre el amor o temas, por así decirlo, inherentes a la esencia humana, en vez de hacer literatura testimonial o “de combate” te criticaban porque no respondías a la problemática de la sociedad. Y ahora resulta que la critica es a la inversa; pero en ambos casos se basan en un eje falso: considerar que la obra de arte deber ser juzgada por el tema. Hoy, que prevalece la critica contra la literatura llamada “política”, le harían la vida imposible a Dante, por ejemplo, o tirarían por la borda a Shakespeare que, entre otras cosas y como nadie, trató temas muy concretos de su época como las luchas por el poder...

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Textos extraídos de: “Conversaciones con Juan Gelman. Contraderrota. Montoneros y la revolución perdida.” Roberto Mero. Editorial Contrapunto, 1987. Capítulo 7: Walsh – Urondo: Los críticos de la patrulla perdida. Pág. 120-122. Capitulo 11: Las contraofensivas de Firmenich. Pág. 167-169. Fragmentos seleccionados por JMP.
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Rodolfo Walsh – Operación Masacre - Capitulo 23

Los fusilamientos de José León Suárez,  capítulo 23 de “Operación Masacre”, en la voz de su autor, Rodolfo Walsh.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Homenaje a un joven poeta: Nicolás Rojas (1991-2008)

Por Marisa Negri

Nico era uno de mis alumnos, de esos especiales, de esos en los que uno se atreve a adivinar que tiene un potencial enorme a pesar de las situaciones adversas por las que le toca atravesar a cualquier adolescente de 17 años que viva en Barrio Sarmiento, o en cualquier otra parte.
Nico había descubierto el don de la palabra, había descubierto el poder de la poesía y era de los que "se prendían en todas", como en el taller de mural del 2007, como en los intentos de revista literaria, los concursos de haikus, los torneos bonaerenses.
Hace unos meses había dejado la escuela, le perdimos el rastro. No dejábamos de hablar de ello entre nosotros, los profes de la ESB 186, de tantos casos como el de Nicolás que nos suceden a diario.
Esta mañana supimos de su muerte, en Mar del Plata, en el mar. Se había ido a trabajar con su tío.
Lo que sigue son sus palabras; "ausencia" del 2007 y "Llueve sobre el día" de este año, trabajos con los que participó de los torneos bonaerenses.
No puedo dejar de pensar que podría haber sido un gran poeta, un hombre feliz, un padre, un abuelo...
Compartir esto con ustedes es la única forma que se me ocurrió para rendirle homenaje. Sus palabras seguirán viviendo en mí y en ustedes.

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ausencia

dulce pesadumbre
lleva paso a paso
a la condena
hasta pasar los muros
sin remedio
fundiéndose en
terciopelo negro

dulce pesadumbre
de viejas lágrimas
no llega jamás
el duelo

dulce pesadumbre
él me espera
vestido de luto
y su rostro vacío
exhala una luz muerta

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Llueve sobre el día


Llueve sobre mí
el día en que tu sereno rostro
duerme a mi lado
enceguecido de amor

Sigue lloviendo sobre mí

En el fondo del mar se oye
la voz de la dulce espera
de más amor

Camino lentamente
sobre brasas ardientes
Cuando te alejas
y algo estalla
en lo más profundo
de mi alma

Sigue lloviendo sobre mí

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Foto: Marisa Negri. Grupounomural.

jueves, 20 de noviembre de 2008

“Un sol” y otros poemas de Mario Porro

selección de poemas de Tropos: José María Pallaoro

Suelo de junio

Las hojas
de otoño
y el pasto verde
están aquietados
como amándose

Los zorzales
picotean
pedazos de cielo
y de sol
Juegan

Oboe sin aire
la tristeza
pasa
entre las hojas

Sólo mi fervor
estremece
¡Cuántos soles!
¡Cuántos dioses!
Para esta calma
que mi vida
reconoce
ahora
como un inefable
entre el tiempo y el espacio

El aire
en celo
espera
el viento


Tropo ambiguo

No te inquietes
Sólo es la sombra
de tu ser
que tienta
por tu noche

No preguntes

Haz como los árboles
Esperan
que el cielo
los abrace
y les diga
invierno verano
primavera otoño

Total tal vez nunca
sepas
del carozo
o la flor

¿Por qué
estás solo?
Sin embargo
vives
envuelto
en los demás

Cómo ellos
te ahogan
Cómo sin ellos
mueres

Espera
igual que el árbol
que el cosmos te abrace
¿Lo sabrás?


Un sol

Mira
qué extraño sol
el de esta tarde

Nos calienta
nos viaja por la piel
nos abandona
se esconde
tras la nube

No sabemos
por qué
tal vez nos ama
nos deshace
en nosotros
adentro
¿por el aire?

El calor
nos adormece

Cuando despertamos
está no está
sin despedirnos
como amigos
que dejamos
en el sueño

Nos queda
la tristeza
del otro día

Él volverá
mañana
El patio
ya vacío

¿Dónde pondrá
el amor?


Otro sol

La niebla
La noche
Saben
que somos sol
que iluminamos

Tantos siglos
de átomos
y la tragedia
de ser
Después no ser

Apenas pedacitos
de sol
reunidos
sol mismo

Así traemos
la tristeza
el amor
¡alegrías sorprendentes!
Vórtices nuevos
al universo

¿Qué pregunta
será el silencio
si al final
ya no somos?

Sin embargo
en la más honda
intuición
seguimos
esperando
volver

Sol
reunido
sensible


Comunión

Qué inocente
este atardecer
Rosáceo
Violeta

Viene
desde su universo
hasta mí
¿En el aire?
¿En el sueño?

Sabe
que lo puedo engañar
cerrar la ventana
pero ya está
dentro de mí
en mi vida

Ahora
oigo
a los pájaros
aletear ternuras
de luz última


Tropo de lo ingenuo

Se ha ido
No hay espera

Qué ingenuo
tu cuerpo
andando
entre las cosas

¿Existen?
¿Tú existes?

Quién dirá
¿lo real
es esto?

Viento de partículas
casi sombras
luminosas
en el oscuro
ser

Te juntas
te construyes

¿Dónde está
el armador?

Si piensas aún
Si no

La ingenuidad
es una brisa
Te trae
Te lleva

Niño
que levanta
una piedra
y el pájaro
ya no está


Tropo de la noche

El olor
El tacto
puro

La ternura

Son ríos
que ya no frecuento
vienen
a mí
pequeñas olas
de mi niñez
Adolescencia
Juventud
Lentamente
se acurrucan
en la costa de mi ser

Pájaros
al anochecer
bajo las hojas
esperando
las sorpresas
de la noche


Otoño 99

El patio
está allí

Atardece

El tilo
pierde sus hojas

¿Las del año pasado?
El tiempo
extravía
mi memoria

Los pájaros
Indecisos
se van al pino
verde
vuelven
hay hojas
vuelven

Yo también
del aire fresco
al último sol

Los cantos
Caen

Hay temblores
¡Escalofríos!

Entro en la casa
¿A qué interior?

Los libros
La música
El amor

¿Qué estación
ésta
entre verano invierno?

Desconcierta
el corazón

Mientras enciendo
el fuego
Rondan en mí

“Tilo
pájaros
atardecer”

¿Quién vuelve
ahora
este mirar?


Casi invierno

El pájaro
caído
sobre las hojas

Su pequeña
muerte
parece ignorarlo

Las plumas
aún
se mueven
al viento

Cuántos cielos
cristalinos
reflejos
Soles diminutos
Aires asombrados
Ramas
esperando
¡Patios!
¡Miradas!
¡Tejados de alegría!
¡Nidos!

Todos
en tan pequeña
muerte
Acallados
Dormidos

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City Bell, 1998-1999
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domingo, 16 de noviembre de 2008

La poesía como proyecto de vida: Acerca de Sucesión del Ser de Mario Porro

Por Irina Bogdaschevski

Una partícula no es más que
una región más densa de su campo,
que por otra parte se extiende a
todo el Universo.
Albert Einstein

“La poesía hay que leerla, y releerla varias veces en voz alta
para poder comprender su sentido profundo y exclamar:
¡Ah, esto es lo que el poeta quiso decir!”
Ludwig Wittgenstein


El mundo, que cada década se hace más y más complejo, exige al hombre que se especialice con mayor precisión, eligiendo una determinada, muy específica rama del arte o de la ciencia para poder investigar y quizás encontrar luego, en un ámbito relativamente limitado, nuevas posibilidades, nuevas leyes. En nuestra época hay pocos individuos que por sus intereses podrían compararse con los hombres del Renacimiento, cuyos conocimientos heterogéneos les permitían abarcar con su mente un amplio espectro de disciplinas artísticas y científicas, y que en el pasado no estaban tan alejadas unas de las otras como lo están ahora: la pintura, la escultura, la arquitectura, la ingeniería estaban estrechamente ligadas, lo mismo que las letras, la filosofía, la astronomía y la matemática. Y sin embargo ahora nos acercamos de nuevo, cada vez más, a la idea de que en el universo todo tiene que ver con todo, a pesar de que nuestras capacidades de comprensión y asimilación de conocimientos no nos alcanzan para abarcar lo necesario. Además, no discernimos bien entre lo esencial y lo insignificante para nuestro espíritu y perdemos tiempo, que siempre nos falta, en tonterías y vanidades.
Mario Porro es uno de estos pocos hombres del nuevo Renacimiento cuya sed de saber no le permite nunca descansar, considerarse poseedor de las últimas verdades y cuya amplia visión abarca muchas expresiones del espíritu humano, tanto dentro del ámbito científico, como de las diversas disciplinas artísticas.
Hizo estudios de física bajo la tutela del profesor Dr. Rafael Grinfeld, director del Departamento de Física de la Universidad de la Plata y traductor de Alberto Einstein al castellano; estudió matemática y electrotécnica con el profesor Miguel Simonov; estudió música y varios instrumentos musicales y accedió acompañado por los músicos Francisco Kröpfl y Juan Carlos Paz al ámbito de la música moderna; se interesó seriamente por la pintura y escultura; y su pasión por la literatura, especialmente por la poesía fue signada por grandes poetas, desde Juan Ramón Jiménez hasta Lorca, pasando por Saint John Perse, Tagore, Rilke y la poesía oriental.
Para Mario Porro tanto la Física y las ciencias exactas en general, como todas las Artes, son hijas de la Metafísica. Según Mario el principio de todas las cosas es la palabra porque “... todo existe para el hombre a partir de haber sido nombrado”.
Otra de sus ideas más caras es la presencia eterna del elemento emocional en todas las expresiones tanto artísticas como científicas, lo mismo que en la vida cotidiana del ser humano y hasta de todo ser viviente.
Para Mario Porro la poesía es el proyecto de vida, donde no puede faltar el conocimiento de la música moderna, las nuevas teorías de la aparición de vida en el universo, las nuevas experiencias plásticas, o las deducciones metafísicas de los filósofos contemporáneos. Toda esa suma de conocimientos y, más que nada, su increíble capacidad de razonar, le permiten hacer sus propios hallazgos, pensar sus propias teorías.
En la idea de la palabra él subraya especialmente la exactitud del anuncio, del vocablo que se utiliza, para esperar del lector o del oyente, la comprensión adecuada.
El uso exacto de una expresión exige la máxima responsabilidad del que comprendió ante el anuncio entendido. Después de leer atentamente cualquier poema de Mario, vemos cómo, con máxima economía de medios, se nos introduce en el puro campo metafísico, iluminando de pronto nuestra existencia.
Escribir con precisión, pronunciar con exactitud su idea, su sentimiento, - eso es hablar con el lector como con su igual, su cómplice, que no trata de autoafirmarse a costa del autor -. El poeta busca siempre a los lectores que poseen el gusto preparado, educado por las múltiples y atentas lecturas de poesía. El buen gusto presupone la capacidad de elevarse sobre la rutina sin la ayuda del poeta, mientras se busca en el poeta al interlocutor de confianza, al guía en cuyo brazo uno puede apoyarse. La poesía de Mario es seria y reservada; el componente más valioso de todo arte -la emoción- Mario no la oculta, la revela en su poesía. La pareja reinante -el sonido y la idea- se presenta en su obra como la unidad orgánica equilibrada, porque su separación representaría el fin del misterio poético. La idea y el sonido sólo estando juntos gozan de una verdadera libertad porque ambos poseen sus límites naturales. El sonido en la poesía de Mario Porro es sobrio, la idea es siempre original, casi insólita, pero parca: surge la dulce, sugestiva apariencia habitual, en la cual el cielo se alcanza por medio de las señales terrenales.
Mario Porro se dirige hacia sus iguales, pero esto no es el elitismo inherente a la ciencia, sino la nobleza inherente a todo arte. El meristema de la cultura, su delantera en el arte y en la ciencia se ocultan de diferentes maneras ante los no iniciados. La experiencia espiritual, emocional se acumula en cada uno de nosotros espontáneamente durante toda la vida. Esa experiencia no siempre nos permite comprender la mecánica cuántica, pero a los que conocían solamente la música ligera, los puede llevar a comprender a Johann Sebastián Bach. En su nivel exterior el arte está abierto a todas las sensibilidades, pero sus niveles más profundos incitan al hombre a superarse, a crecer. Sin embargo, muy pocos creadores llegan a rebasar con su arte los límites que han sido aceptados por las generaciones de artistas de épocas anteriores. La prosodia lo mismo que un organismo nuevo, no puede ser inventada; es una condición dada, descubierta por un talentoso artista que no es ningún instrumento de la cultura, sino su creador, su artífice.
Mario Porro amplió muchísimo nuestros horizontes, nuestras posibilidades de la captación de la poesía. Sin buscar las rupturas drásticas irracionales, pero sin temer tampoco de introducirnos en el difícil, pero noble mundo de la metafísica poética. Y éste es su mayor mérito.
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Irina Bogdaschevski, hija y nieta de rusos, nació en Belgrado, Yugoslavia, en 1927. Es lingüista, especialista en idiomas eslavos, traductora, escritora, poeta. Ella y su familia en 1944 fueron llevados por los nazis a trabajar a Austria, haciéndolos pasar antes por el campo de concentración de Matthausen, donde murió su madre por falta de atención médica. Después de la guerra comenzó sus estudios universitarios, se casó con Igor y en 1949 con su esposo y su pequeño hijo viajaron a Argentina. En nuestro país trabajó para el diario La Opinión, para el Centro Editor de América Latina y luego para otras editoriales. Escribió estudios preliminares y realizó traducciones de muchos escritores y poetas rusos de todos los tiempos: Pushkin, Turgueniev, Goncharov, Tolstoi, Dostoievski, Chejov, Ajmátova, Blok, Maiacovski, Tzvetáieva, Mandelstam, Pasternak, Tarkovski, Bródski, Ajmadúlina. En sus traducciones Irina siempre intenta preservar la rítmica armonía y el estilo de la prosa y de los poemas originales. Publicó en 1991 un libro de cuentos cortos, “Imágenes al negativo”, y en 2001 la plaqueta “Impreso por ardor”. Desde 1966 vive en Villa Elisa, partido de La Plata. FOTO: Irina en la redacción de El espiniyo, City Bell, 2006. Poemas de IB en POESÍA LA PLATA.
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sábado, 15 de noviembre de 2008

“Atardecer” y otros poemas de Mario Porro


selección de poemas de Sucesión del ser: José María Pallaoro


Invierno II

Blanquísima
bajo los cipreses
la casa de enfrente
fulgura entre la lluvia

Sensible solitaria

Parece mirar por las ventanas
como yo

Un gorrión
deja una línea negra
ofuscada
que muere
en los pinos lejanos


La alegría...

La alegría
un momento
irrumpe en tu interior
Alumbra
Explica tu existir

Escapa rápidamente
Ah sentimiento remoto!

Allí luce y reluce
como el ojo vivo
de un pequeño insecto


El pájaro se posó...

El pájaro se posó
en la rama
y los dos oscilaron
abajo arriba
Hasta que misteriosamente
el pájaro
se fue
hacia otro árbol
distante

La rama se estremeció
y quedó tiesa

¿Será ese un rito diario
o el azar del mundo
juntó sus soledades
íntimas impredecibles?


El hogar

Empezó
cuando encendimos
el fuego
Hacía mucho frío
La llama se alzó
reluciente
lúcida

Mi ser tembló
Comprimida alegría

Detrás de la ventana
estaban todos
vivos muertos

Los pájaros se oían
Cantos cristalizados

Por qué un hombre
ama
Sin retorno ¿sí?

El aire
se tocaba
con la piel
Alrededor punzaban

Empezó con el fuego
Tan simple


Anteprimavera

a mis hermanos

El ciruelo
ha florecido
Temprano

Sin embargo
¡tantas vidas
han pasado!

Tus padres mis hermanos
los amigos

¡Cuánto amor caído!

La tierra amortiguó
su ansiedad

Hoy es nada
Memoria que huye

¿El cosmos
olvida acopia?

¿Ciclo inútil?

¿Qué es otoño?

Un perfume
crece
desde el suelo


Remanso

a Felipe, Gerardo, Gabriel
a nuestra casa


Los gansos
abren sus alas
al sol
El aguaribay
lentamente
ocupa su luz

Ella lee inocente

Un caminito
moja sus piedras
al final
La casa!

Yo siento el peso
de esta realidad
que nos deja ser

Nuestros gestos
nos darán libertad
estarán signados?

Esta escena
volverá
alguna vez
¿En qué memoria?


Atardecer

a “Cacho” Calveyra

Un extraño frescor
acerca la tarde
a mi corazón
Los verdes sobrecogen
Ha llovido

Un pájaro
deja su grito
de alegría
en la rama
que lo despide

La nube
casi azul
me avisa
el otoño

Es domingo

Podría estar solo
en el mundo
si no estuviera solo
en mi mundo
¡Ah congoja
sin sentido!

Hasta el sol
me abandona
y deja
en los últimos árboles
un adiós
que la sombra esconde

La casa
Las cosas
que yo amo
reservan un rincón
de abrigo

Cierro la puerta

Quién será
que ilumina


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Mario Porro nació en Trenque Lauquen (Provincia de Buenos Aires) en 1921. Desde muy pequeño vivió en La Plata y en City Bell, donde murió en 2001. En 1938 ingresó a Radio Universidad Nacional de La Plata como técnico operador, llegando a ser Jefe de Programas, Director Artístico y Director de la emisora. En 1963 creó para difundir la poesía el grupo editor de la revista “Espacios”. Publicó los libros de poemas: Búsqueda por el amor (1950); En amor por el tiempo, el tiempo (1956); La vigilia y la roca (1957); Entremundo (1960); Mundo despierto (1983); Sucesión del ser (1998) y Tropos (2000). Dejó un libro de poemas inédito.
FOTOS: Presentación de “Tropos” en el Salón Literario del Pasaje Dardo Rocha, La Plata, miércoles 6 de diciembre de 2000.
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jueves, 6 de noviembre de 2008

“El arte supremo de la vida” por Alberto Luis Ponzo

EpA!


En una entrevista que hace años le hice a Roberto Juarroz -uno de los poetas argentinos de mayor importancia- recuerdo que le pregunté “por qué escribía”. Su respuesta fue rápida y precisa: ”Escribo porque amo la vida”. Luego aclaró que no lo hacía para ganar prestigio, figurar como muchos en revistas, obtener premios, etc.
Estas palabras tienen hoy un alcance mayor que esas referencias y dejan abierto un mundo de ideas y reflexiones sobre otras actividades de nuestra cultura.
Si se ama la vida, y esto hace posible escribir, también puede decirse que la vida misma es un arte, pues en ella se dan las condiciones o elementos para toda actividad humana. Vivir, pues, nos da un poderoso impulso para asegurar la obra personal y una firme orientación dentro de la cultura.
Si se escribe “porque se ama la vida”, como decía Juarroz, hacerlo es negar también todo lo que es falso, lo que desvía la conducta y, en consecuencia, aquello que desvirtúa la naturaleza del arte.
Juarroz no dejaba dudas sobre lo que más quería decir: no escribir versos para recibir aplausos, honores, recompensas o títulos como los que se reparten en los medios de propaganda, llámense revistas, grupos editoriales, etc.
Hay un arte supremo en el mismo hecho de pensar, en cualquier trabajo elegido, un poema, una pintura, una composición musical ¿Y qué sería de ese trabajo fuera de la rectitud o dignidad, sin aspiraciones honestas, opuestas a intereses comerciales o mezquinas especulaciones?.
Si pensamos en el panorama actual de la cultura, parecería que únicamente existe lo que se vende mejor, lo que asegura una rápida y fácil difusión en los kioscos, librerías y salones de arte. ¿Está aquí el “amor a la vida”, y se ha logrado en esa forma que la vida nos haga mejores seres humanos?
Se trata de no ver la realidad “bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos; de tener pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones”, según recordadas palabras de Scalabrini Ortiz. (1)
El arte supremo de la vida… ¿Qué duda cabe de lo que más se necesita cuando actuamos en la sociedad, o en el instante de hacer una obra sin otras “tentaciones” que el misterio de su realización y la experiencia de verla concluida?
Nos dan ejemplo de esta profunda finalidad, las grandes obras de todos los tiempos, trascendiendo momentos históricos y circunstancias socio-culturales adversas. Quedan por haber tomado aliento de la vida, no por recibir alguna resonancia fuera de la creación misma.
Roberto Juarroz nos hablaba de “escritores y poetas fatalmente periféricos, que no acaban de entrar en la dimensión trascendente y única que importa, donde es mucho lo que hay que abandonar para poder entrar allí”.
Olvidémonos, pues, de tantos famosos “periféricos” de la vida cultural argentina, y vayamos en busca de los que aman la vida y han abandonado la vanidad en busca del germen que los identifica, sin deformación alguna.

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(1) R, Scalabrini Ortiz en: “Elogio del pensamiento plebeyo”, de Jorge Torres Roggero. Córdoba, 2002
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Alberto Luis Ponzo. Buenos Aires, 1916. Poeta y editor. Noticias y poemas de Alberto Luis Ponzo acá.
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Un poema de Roberto Juarroz

Hago un pozo
para buscar una palabra enterrada.
Si la encuentro,
la palabra cerrará el pozo.
Si no la encuentro,
el pozo quedará abierto para siempre en mi voz.

La búsqueda de lo enterrado
supone adoptar los vacíos que fracasan.

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domingo, 2 de noviembre de 2008

José Luis Mangieri (1924-2008)

Se nos fue un grande. Un maestro para todos los que intentamos editar, publicar, caminar con cierta dignidad por este siniestro mundo.

José Luis Mangieri nació en Buenos Aires en 1924. Poeta, editor y militante cultural, fundó la revista y editorial La Rosa Blindada, y dirigía al momento de su muerte Libros de Tierra Firme. Publicó el volumen de poesía "15 poemas y un títere" y el libro de memorias "Es rigurosamente cierto".
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Aquella rosa blindada

"La rosa blindada" la fundamos Carlos María Brocato y yo, que trabajábamos en Democracia. Yo era periodista y Brocato era linotipista. Yo trabajaba en EUDEBA y de ahí saqué la idea de los cuatro libritos en un paquete, que fue una idea de (Boris) Spivakow. Se vendían en los kioscos. Fue una experiencia, la de EUDEBA, irrepetible y que terminó como se termina siempre en este país: los libros quemados. Nosotros queríamos hacer nuestros libritos de poesía. Brocato sacó el suyo, yo el mío. Hugo Acevedo, un gran poeta mendocino, sacó el suyo. Y publicamos un homenaje a Raúl González Muñón, La rosa blindada. Y de ahí sacamos el título de la editorial y completamos los cuatro libritos con el libro de Tuñón. Y no pensábamos seguir sacando más libros, porque nuestra misión era sacar los libros nuestros. Y los distribuíamos mucho en los diarios, como nosotros trabajábamos en los diarios y estábamos afiliados al sindicato de prensa y al sindicato de gráficos, por el lado de Brocato, repartíamos muchos libros, hacíamos una preventa, ¿no? Hicimos -qué caraduras- hicimos cinco mil paquetes, cinco mil paquetes, de cuatro libros cada paquete, y los agotamos en un año. Era a finales de los ´50. Y la gente nos preguntaba: ¿y no van a sacar más libritos? Así, nos decían. Y entonces empezamos a sacar más series, otras series de libros, y además de autores extranjeros. Sacamos Breviario de estética teatral de Bertolt Brecht, editamos a Evtuchenko, el poeta ruso. Comenzamos a editar... Editamos discos. Hicimos dos long play de Guillén, hicimos dos long play de Gelman con música del Tata Cedrón: "Madrugada" y "Cuerpo que me querés". Hicimos a Vittorio Gassman recitando a Neruda... ¡Qué caradurismo, dios mío! Y se vendían los discos, se vendían los libros, después sacamos la revista. La revista fue posterior a los libros. Y hacíamos tiradas de cinco, seis, siete mil ejemplares que en un año se agotaban. La primera clausura la tuvimos con Onganía y después, la segunda y definitiva, fue en el ´76, ¿no? En el interin me secuestraron, en nuestra oficina en la calle Corrientes al 2500, nos llevaron hasta los escritorios y serrucharon hasta los estantes para ver si teníamos armas en los estantes. ¡Qué ridículos, fueron siempre los represores!
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Entrevista realizada en junio de 2007 en el barrio de Floresta, Buenos Aires.
La podés escuchar
acá.
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sábado, 1 de noviembre de 2008

Acerca de Notas al pie de nada ni de nadie de Alberto Szpunberg

Por Miguel Russo *


Notas al pie de nada ni de nadie
Alberto Szpunberg
Bajo la luna / Poesía en obra


El libro de Alberto Szpunberg duele donde debe doler. En la memoria, en el recuerdo, en la comprensión de causas y efectos de una realidad que va quedando cada vez más relegada al absurdo rol de show mediático montado para diversión de unos pocos. Unos pocos que, a fuerza de repetir vulgaridades, intentan (demasiadas veces con resultado positivo) armar un estofado patético de creencias, mentiras banales y mitos a contramano para que todos crean que esa y no otra es la realidad. Y, a medida que ese dolor se hace presente, la memoria, el recuerdo y la comprensión (lo dicho) empiezan a funcionar a toda vela. Mejor aún, vuelven a funcionar. Y en esa vuelta del funcionamiento comienzan a descartarse uno a uno los falsos entramados de un pensamiento (y sí, por más que no lo parezca, es un pensamiento) tan mezquino como peligroso que hace aparecer, justamente, a la mezquindad como moneda de uso. Peligroso, no está de más repetirlo. El libro de Alberto Szpunberg, la lectura de ese libro, duele ahí, donde debe. Eso, de por sí, ya lo catalogaría con una palabra tan a la moda en los últimos tiempos (y aplicable cotidiana y sistemáticamente a cualquier cosa, cualquier libro, cualquier película, cualquier disco, sea una genialidad o una bazofia), una palabra tan patética como los tiempos y el estofado de los tiempos mencionados más arriba: “imprescindible”. Pero al libro de Alberto Szpunberg, la palabra “imprescindible”, bien o mal aplicada, sea dicha por un conocedor profundo del tema o por cualquier marmota con pantalla, le queda chica. Entonces, así como para ese libro hizo Szpunberg, hay que bucear más profundo. Hay que meterse de lleno en ese Notas al pie de nada ni de nadie y dar rienda suelta a las consecuencias útiles del dolor de su lectura.
A saber: si se adhiere a la teoría de Carlos Marx (y no es necesario ser marxista para adherir a ella) que la lucha de clases es el motor de la historia, se puede plantear que la poesía es su oficina de prensa. Desde Homero (o la asociación de poetas que escribieron bajo el nombre común de Homero), pasando por los miles y miles de historias celebradas por los trovadores medievales, o Shakespeare (o la asociación de poetas que hicieron lo mismo que sus antecesores con Homero), hasta más acá, el último intento de cualquier inédito/a poeta, la escritura de un poema está clara: se busca (con menor o mayor resultado) que la sociedad en su conjunto las aprenda, las comprenda y las haga suyas. Y allí está Notas al pie de nada ni de nadie. Allí está Szpunberg en su clara y furiosa condición de contador de una historia. Una historia que arranca en 1964 con la escritura de otro poema, “Marquitos”, perteneciente al libro El che amor, de 1966. Una historia que continúa, pero no se cierra, con la reescritura de aquel poema, que es decir la reescritura de aquella historia. Pasaron, entre una y otra escritura, poco más de cuarenta años. Pero pasaron, entre una y otra escritura, mucho más que cuarenta años. Y Szpunberg da cuenta en su escritura de ese “mucho más”. Marquitos, el hombre, fue Marcos Slajter, un estudiante de filosofía de 25 años que murió de hambre en Orán, mientras formaba parte del Ejército Guerrillero del Pueblo que lideraba Jorge Masetti en la provincia de Salta y adhería a la revolución continental planeada por Ernesto Guevara. “Marquitos”, el poema, es la historia de ese hombre (y todo el dolor de la historia de ese hombre y de otros hombres como Marcos Slajter) contada por Alberto Szpunberg, también militante de aquella organización revolucionaria, para que fuera aprendida, comprendida, hecha propia. Para que no fuera olvidada ni, mucho peor, despojada de contenidos por los vencedores ni por aquellos que, habiendo sido vencidos, se hicieron eco del discurso vencedor que señaló y sigue señalando lo absurdo de pelear y dar la vida por una utopía.
Szpunberg se exilió. Szpunberg siguió escribiendo. Pero Szpunberg no se detuvo en la escritura melancólica del exilio ni compró los nuevos aires de lo posible. Szpunberg se arremangó frente a la historia y se sentó a escribirla, a reescribirla, a dolerla, a hacerle doler. Así nace “Notas al pie de nada ni de nadie”, así se lee “Notas al pie de nada ni de nadie”: como un poema del dolor de saber. Un poema que señala de manera tan clara como tajante que los sucesos siguen sucediendo, que, por más que pretendan ocultarlos o vaciarlos de su verdadera magnitud, seguirán allí para que poetas como Szpunberg los hagan de todos y para todos. Sin las pretensiones de los nuevos gurúes del “se hace lo que se puede”. Con la consigna divulgada el 1 de enero de 1959 en La Habana: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”.

City Bell, 19 de noviembre de 2007.
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Miguel Russo nació en Buenos Aires en 1956. Es periodista cultural de diversos medios nacionales y extranjeros y guionista de documentales sobre historia argentina y escritores latinoamericanos. Publicó dos libros de poesía: "7 y 3" (1989) y "Ninguna noche en Storyville" (1991); el libro de relatos "Un lugar como cualquier otro" (2005) y las novelas "Perder la historia" (1997) y "Babel" (2007).
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El presente comentario iba a formar parte de el espiniyo / 2008, lo presentamos ahora en AROMITO.- Alberto Szpunberg publicó en 2008 en un solo volumen dos hermosos libros: Apuntes (1986) y Luces que a lo lejos (1993).
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Sobre el telón del fondo del exilio, y con un pasado reciente de combate y de dolorosa derrota resonando en la memoria, una voz poética va con delicada incertidumbre haciéndose cargo de la nueva situación, a la vez que reflexiona sobre lo ocurrido, a través de observaciones mínimas, preguntas, ramalazos de frases. Escritos durante la segunda mitad de los años 80 del siglo XX, Apuntes y Luces que a lo lejos pueden leerse como sendos tramos de un único libro, en el que un intenso lirismo y el rigor del pensamiento se funden para recrear verbalmente el mundo e interrogarlo.

Alberto Szpunberg nació en Buenos Aires, en 1940. Fue docente en la Universidad de Buenos Aires y, como periodista, fue redactor del diario La Opinión, cuyo suplemento cultural dirigió entre 1975 y 1976. Se exilió en Barcelona en 1977. Poemas de la mano mayor (1962), El che amor (1966), Su fuego en la tibieza (1983) y La encendida calma (2002) son algunas de sus obras. Apuntes, incluida en este volumen, es de 1986, mientras que Luces que a lo lejos, ganadora del Premio Internacional de Poesía Antonio Machado, es de 1993.
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Acerca de Savias (Museo del ahora) de Pablo Friedländer

Cantar el día naciendo

Savias (Museo del ahora)
Pablo Friedländer
Ediciones Cosmoqí, 2006


* Por Lorena Fernández

“Palabras para el universo y para la nada”
Edmod Jabès


…Hubo quienes cantaron el día naciendo:
su espesor

poblando relieves
como plantas

arquitectándose,
dimensionando poros y vacíos
tras esta noche toda una.

Tal vez asimilar la naturaleza humana a un vacío, a lo abierto, a la nada. Buscarle un gen, un sentido mimetizado con el brote, con la planta. Dirigirse en la poética hacia un vacío-todo que yace orgánico-inerte como materia misma humana, que por momentos puede devenir nada.
Pablo Friedländer parece no olvidarse de William Blake, ni de aquellos otros que han viajado hacia las savias. Su voz lírica demuestra haber bebido del verde amargo sangre de la planta, para asimilarse a ella y ascender como el tallo hacia la luz. El paisaje de este viaje nos llena de imágenes inasibles, teñidas de todos los verdes retoños abstractos que se expanden inflamables hacia un sitio sideral.
Me recuerdan una cita del francés Villiers de L´Isle-Adam, usada por Gastón Bachelard en su libro “El derecho de soñar”: “Cúmplete en tu luz astral! Surge! Siega! Sube! Sé tu propia flor!”.

Los versos de Friedländer pueden colocarnos, si queremos, en un viaje donde la alucinación es natural, y el recorrido es el universo mismo, la germinación de la planta-palabra, el impacto del rayo. La savia es un líquido que pretende demostrarle a los sentidos universales poder traspasar sus propios límites, sus contornos palpables. En ese fluir, el ritmo de sus palabras, sintoniza; va pulsando su propio canto poético, predica esparcimiento, purga, sublimaciones… hasta transformarse en libro, y todo parece quedar suspendido, colgado y pendiente en las paredes de un museo del ahora.

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El presente comentario iba a formar parte de el espiniyo / 2008, lo presentamos ahora en AROMITO.-
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* Lorena Fernández Soto nació en Buenos Aires en 1978. Vive en La Plata donde es estudiante de traducción literaria en la UNLP. Tiene dos libros de poemas inéditos: “Andamios” (2006) y “Core” (2007); actualmente trabaja en el tercero con el título tentativo de “Mandragorial”. Coordina el ciclo Leyendo, leyendo en La Farfalla Poética. Poemas de Lorena Fernández acá.
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Acerca de Gato Barcino de Eduardo Rezzano

La delicada degradación de la belleza

* Por Norma Etcheverry

Gato Barcino
Eduardo Rezzano
Lumen, 2006


“Gato Barcino” es el tercer libro de poemas del músico y escritor Eduardo Rezzano (La Plata, 1968), quien ha publicado “Targo, ciudad y después” (1987) y “Ningún lugar” (1999) y es además autor de una extensa obra (poesía y teatro) aún inédita y de una importante producción musical.
De la mano de la prestigiosa editorial Lumen, “Gato Barcino” se distribuye actualmente en Europa cosechando muy buenas críticas. En Argentina, “La Nación”, “Perfil” y “El Día”, entre otros medios, se hicieron eco de la frescura que proyecta “el inclasificable y original estilo” del escritor platense.
El libro comienza con un poema que instaura el mito de los orígenes -se menciona a Adán y Eva, se nombra el incesto- lo que siempre desnuda un regreso a lo fundacional, al punto inicial de un viaje, pero también a la negación de lo creado:

Él -Ferrán-
no nació nunca
no fue concebido
ni por obra ni
por gracia


Inmediatamente, quien toma la palabra hace saber que ha navegado hasta salirse del mapa con lo cual advierte que sus versos no se van a ofrecer como un todo acabado, sino justamente como restos de un naufragio.
Y así es, el discurso de Gato Barcino -título donde se deja leer una referencia indirecta a Barcelona, aunque convendría añadir que “gato” es en Argentina un ritmo musical del folklore y también su danza- renuncia a algunas de las máximas de la comunicación general ya sea por elipsis, ya por el trabajo de las imágenes o por otros procedimientos, todos ellos típicos de la escritura poética, a la que en general le pertenece lo fragmentario. La lectura se convierte en una aventura, en un viaje a través de los enunciados donde se resignifican las palabras que han perdido valor en la obviedad. Y a menudo, Rezzano logra esa revalorización del lenguaje desestructurándolo, poniendo en jaque su sentido común, como cuando se lee “que la cantante tenga / tres piernas” o a partir del absurdo, como en “Aleluya / si no hemos vencido / al menos estamos / muertos”. En este camino, el lector no puede permanecer pasivo, sino que cobra una función de constructor, aunque sea parcial, de un discurso que continuamente dibuja otros planos, escenarios donde la certeza se desdibuja y lo inverosímil es protagonista. Es que la materia de estos poemas nace a la vez de lo cotidiano y de lo extraordinario: se puede morir y amar con naturalidad pero también, se puede convivir con lo insólito o vivir al borde de lo desatinado, como un padre para unos gusanos nacidos de los huevos que una mariposa ha puesto en el balcón y a los que, por esa rara lógica que todo lo gobierna, se les enseñará a volar “arrojándome / por la ventana”.

Si ser poeta es -entre otras cosas- oír voces, como se ha dicho alguna vez, las voces que oye Rezzano alcanzan el objetivo que lo convoca a escribir: “Acaso cada poema que escribo es un intento por levantar una casa propia, en medio de la intemperie que me permite despojarme no sólo de quien no soy sino también del que vengo siendo.” Lo que construye es, de este modo, un espacio creativo en constante transformación.

Bajo el signo del gato, animal mítico y místico, misterioso y doméstico, todo es posible en el sorprendente universo poético que este libro trasmite hasta el final, donde el verso “me quedé sin palabras” permite un respiro reflexivo para hacer pie en medio de la fascinación, y seguir creando, ya en la multiplicación de las voces, ya en el silencio. ee
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El presente comentario iba a formar parte de el espiniyo / 2008, lo presentamos ahora en AROMITO.-
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Norma Etcheverry, periodista y poeta, nació en Ranchos, Provincia de Buenos Aires. Publicó plaquetas y dos libros de poemas: “Máscaras del tiempo” (1998) y “Aspaldiko” (2002). Es editora de Diagonal ConVerso.
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Para leer poemas de Rezzano cliqueá acá.
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