IGUANAS
II
Visión de la Diosa Iguana. Enviciando el canto en que me empeño como un sagaz impostor de las mareas. Ah mares celestes… He visto en ellos ángeles voraces pidiendo por mis brazos para calmar a las sirenas. Y en el viento hecho lenguas. Remolino de reptiles meciendo mi alma. Oh iluminado.
No me hablen de altisonantes caballeros de venas débiles y pálidas olfateando los perfumes sombríos en la falda de la Marquesa. Ah violines grotescos. Nunca besaré los mármoles del éxito mundano. Y no me nombren al amor batido con sólo dulzuras del verbo. Porque yo nunca he comido de ese pan. Amo a los héroes de lo oscuro y me condecoro como príncipe del fango. Y a estas sagradas, hembras aventuradas de mi zona, pequeñas y altas, delgadas y rosadas. Y a este humo violeta lamiendo mis pulmones, no para adormecerme, sino para gritar mi estruendo en alcobas y montañas. Para solear la altivez y lo profundo del nacimiento.
Del nacimiento en flores de Demencia.
III
Iguanas del crepúsculo, de la bestia de oro soñándose sobre el lago, de las locas travesías en el amor. Más poseerte es una alianza con el Dios que habita en tu médula.
Y es éste mi deseo, rojo y atormentado, como un archipiélago del pecado donde renacen calores olvidados. Como trompetas que fulgen un majestuoso desacato.
Y es éste mi deseo. De leches retenidas en el fruto. De islas arrasadas.
Será mi santa aquella que se prosterne frente a mi ardor.
Ah violenta hembra de Sinfonía.
IV
Soy el que repite la pasión en todo el sinsentido. Lo almendrado, lo fascinado de nuestros roces alertó a dioses y a tontos. Preguntaron por salmos de la carne y tendones del placer. Y tan solo dije que yo era esclavo en mis dominios.
Ah Iguana de las Marías. Bestia de mi tierra condenada.
Ya no una sombra para ofrendar al Sol. Ya no la soledad tan contraria al pesado calor de tu cuerpo sobre mis desvaríos. Ya no el recuerdo de un recuerdo. Ahora loca mujer encontrándose con su siervo, este gentil e iracundo pastor de lo indebido. Para distinguir a esta isla de otras islas. A este cuerpo de otros cuerpos.
DE LAS DISTANCIAS EN EL AMOR
Tales distancias no existen
porque puedo escuchar el vértigo de tu jadeo
en simulacros de zozobra
aun en noches lejanas donde en las bodegas nos dicen
“otra es la historia y todo ha sido olvidado”
aquellos pliegues y mis dilemas de marino
envejecido prematuramente
como esos frutos que hacia las palmeras ensayan
su joven caída
y tus nalgas
frescas y lamidas con todo el desacato de la leche
con el desacato de los tambores insinuando los mitos
de la selva
como mi corazón golpeando y azotando tu cuerpo
en el descanso
Y toda mi imaginación para sólo decir
que si un poeta ama a una mujer
jamás es olvidado
Entre tollas y vapores tu cuerpo mostrando
con sales sabrosas perfumando un clímax salvaje
Nosotros
tan solo dos personajes confundidos en el relato
Pero tanto el amor y tan majestuoso
como el que llega a las espléndidas ciudades
encandilando con sus tatuajes de victoria
Y esas repeticiones de la sangre y de las palabras
donde todo parece ya sucedido
y siempre auspiciando un vigor nuevo para mi piel
que se te hiciera intolerable
Ah aquellas maneras de penetrarte queriendo
alcanzar la verdad
y trizar las copas y romper las vajillas
porque todo era una antigua canción
de bufones solitarios
de tontas costumbres tocadas en cualquier historia
porque todo era grande pero bastaba una guitarra
para contarlo
Entre nosotros todos los vinos y sus vidas
pero acaso también la muerte en dársenas lejanas
y todos los candores retratados en el momento
de su corrupción
en el momento en que los labios besan para mostrar
sus hemorragias
Aquellas pinturas donde tus selvas fueron ya trazadas
en sus itinerarios más fogosos
antes que mis manos la indagaran
Esos pintores que imaginan colores para nuestros actos
y nuestros sueños de aves perseguidas
por inviernos de crueldad y morbosos cazadores
Ah oscuros molinos de nuestro tiempo
agitando las mareas y nuestros pánicos por la orfandad
donde un águila fénix soberbia y furiosa
muere en una plegaria sórdida
como una niña idiota durmiendo entre los parques
Entonces arrastrarnos embriagados
porque es preciso ser sensibles a los árboles las leyes las lluvias
porque es obligación descubrirle arco iris a la noche
y fascinarse por los bellos gestos de amor entre los lobos
para no decidir nuestro destino de precarios extranjeros
SALMO
Dulce me sea la estación del insomnio
con sus eternos antojos de abandono
Donde la muerte -senos amarillos al viento-
olvidaba mi nombre en su manuscrito sobre los bancos de la terminal
Estación del no regreso para la memoria del viajante
Calmos sean los mares para mi despertar
mientras cante su pálida espuma
el episodio en que se ama el ensueño de la víctima
Tenga ligeros los pies y el alma sea alada
para huir de lo que intentan arrebatarme el poema
donde ya no hay diferencias entre un rostro y un vaso de agua
y galaxias de odio y misterio diseñan al roedor propicio para mis miembros
Recuerdo los viejos burdeles del otoño
donde mi estilo era el de los marinos y los desequilibrados
donde supe que todo hombre es un extranjero
un extraño en su propio lecho
un extraño que se abate de canciones imbéciles en los deseos de la extraña
Sea el que prefiere la pasión antes que el balbuceo de los días tranquilos
Contenga mi alma el último pecado
que el Señor no se atrevió a escribir sobre la roca
y que no haya más dioses que los que encuentro en la taberna
los que beben nuestro vino
desean a nuestra mujer
y nos miran a los ojos
En Iguanas, Ediciones Grupo Cero, Buenos Aires, 1975 (pie de imprenta 8 de enero de 1976) / Tapa e ilustraciones de interior: José Luis Poy / Selección de poemas: José María Pallaoro /
Jorge Alemán Lavigne (Buenos Aires, 30 de marzo de 1951) / Psicoanalista, escritor, poeta / Fotos y video: jmp /
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