Palabras para una hermana de cualquier siglo
Si tuviésemos valor,
amabilidad tal vez,
recordaríamos la noche aquella
en que los muertos cayeron desde el techo
atravesando el aire espeso,
la breve lumbre,
los ojos mudos,
tan certeramente,
y nosotras allí, en sillas de madera escarnecida,
tan quietitas,
haciendo encaje vos y yo leyendo a Marina, como siempre;
como si las horas, el río, la lluvia
se hubieran detenido bruscamente
y los huesos dolieran como el alma,
y de pronto supiéramos
que nadie nunca comprende a nadie
-menos aún nosotras a nosotras mismas-
y mil años o mil mundos nos hubieran separado,
pero albricias,
allí los muertos envolventes, rezumantes;
deslizándose desde las antiguas maderas
del más antiguo techo de la zona,
para que nadie dude jamás de mi pobreza ni de la tuya,
para que todo fuese
un festín de muertos
estrellándose seriamente
contra nuestros antiguos designios,
todos los olvidados viajes al país de los sueños,
las diameladas esporas de los cuerpos,
cerradas para siempre.
Los muertos de esa noche
convenientes fueron a nuestra fatalidad,
con su yermo estilo
de prófugos rebelados contra el natural orden
de las cosas.
Si tuviésemos valor, hermana mía,
o amables fuéramos,
recordaríamos la noche en que los muertos
bajaron desde el techo,
solidariamente,
sólo para consolarnos.
En Poemas, Ediciones del Clé, Nogoyá, Entre Ríos, 2020) /
Nieves Viviani (Concordia, Entre Ríos, 1973) / Fotos: jmp, “City Bell en septiembre” /
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