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miércoles, 24 de junio de 2020

MERCEDES ROFFÉ El sobresalto del gato




Más aun. Pensemos
en la reproducción mecánica. Casi una montaña rusa. Casi
una noria. Un ensayo de
                                      poética circular. Una cascada como
una piedra, un bloque, un cuento
de nunca acabar.


*


Transparencias. Fugas. Esmalte. Brillos. La superficie agotada, estallada. Toda latitud habitada. Toda pasión… (Violette, no huyas). El sobresalto del gato: a cada rechinar de la madera, la montaña pare un ratón.


*


La realidad se ofusca
no en la revuelta
sino en la herida perturbada
—quizá más clara—
visión del flâneur.


*


Recuerdos —vagos— de esos poemas de Takahashi que empiezan —todos— “Esta mañana, Su Majestad la Reina...” y con el mismo tono impasible, casi de cuento de hadas, con una ceremoniosidad digna, contenida, pasan a referir el espectáculo de la más desmedida corrupción.
         No es la anécdota. Es ese oxímoron entre forma y contenido lo que hace de esos poemas un hecho necesario, útil, social: el poema como mito —en el sentido de síntesis y aglomeración de sentido—, como atajo para pensar y sentir en todo su estridor un fragmento, la intersección de dos ejes cualesquiera de una realidad que, de otro modo, se diluiría en los detalles de su propia indecencia.


*


“The friend of the wolf is the lazy shepherd”
Llywarch Hen, The Red Book of Hergest.

(¡No le dijeron nada! —musitado esto [sotto voce]) Todo en silencio, en secreto, en comidilla o conspiración. Secreciones. De buey, de asno, de búho o huracanado horizonte en lontananza. Rojo como el mar. El cielo. Como cazar un rayo o atrapar un rayo de sol en una red. Dánae de oro o fuego o
gestación de
iniquidades
         pequeñeces
                   destinos trocados como cartas
[u n a   n o c h e   u n   v i a j e r o]
en un castillo.
Ojival. (¿Otra vez?)
Te dije. Te lo dije. No dirían nada. Nunca.
Jamás
         confesarían
                   haber  caído
                            presa
                                      de tanta devoción
                                                                  tanta pereza


*


Hace no sé cuántos sueños se inició este viaje
ribera del sol                             ribera de la muerte
Como un velo se hunde hacia atrás en la memoria
aprendiz de destierro
oh espejo, luna de mal agüero
Desde qué monte preguntaré a las aguas el camino
ribera del sol                    ribera de la muerte
El tiempo se ha detenido
                                      y sin embargo
hay verbos que acontecen
ayer un chopo                   tal vez mañana un sauce
Cruzo la tarde como la espesura blanca de la leche
Desde las costas me alargan sus brazos un ciego
                                               un monje
                                      una muñeca


YO HABÍA PROFETIZADO LA PÉRDIDA DEL REINO

Yo había visto desfilar las barcas de la locura
Yo había visto el gesto excelso de los sacerdotes del ocio

Entrañas de los buitres, vosotras
me habíais develado la destrucción del templo

Mas
quién oyó

No hubo en Toledo ni en Alejandría lugar
la negra lengua del vate Yo había profetizado la muerte de los dioses

Mas
quién oyó



En Poetas argentinas (1940-1960), selección y prólogo de Irene Gruss, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2006.
Mercedes Roffé (Buenos Aires, 23 de junio de 1954). Fotos: JMP

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