Páginas

jueves, 11 de julio de 2019

JUAN JOSÉ CESELLI Destruyendo la frivolidad de lo pasajero





I
COAGULACIÓN

CONJURO
A LA 1ª CEREMONIA

   Sí,
la encontré desnuda y a la vez vestida con todos los trajes indescriptibles de la turbulencia.   Nada sutil que lo era todo como un relámpago perpetuo invisible, me construía destruyéndome y los presentimientos se adelgazaban estrepitosamente hasta rozar el fuego de incesantes contracciones hacia una oscura fuga invertida.


CONJURO
A LA 2ª CEREMONIA

   Cuántas veces la abrazaba creyéndola totalmente entregada. Siempre un nuevo engaño con un gran asombro por etapas, cuyos fragmentos se soldaban en una sola exaltación para percibir los implacables límites de la oscuridad.


CONJURO
A LA 3ª CEREMONIA

   Mientras la vehemencia flameaba como un manojo de puñales, de nuestra epidermis se filtraban los amaneceres liberando el Sol, que coincidía con el resplandor de nuestra resurrección. Llegaba así el centro extrañamente ansioso del sigilo y mi espíritu atormentadamente angélico rozaba las madrigueras salvajes de los instintos, persiguiendo el milagro, la ausencia de todo sentido.


CONJURO
A LA 4ª CEREMONIA

   Yo percibía la energía de su combustión avasallando las grietas de mis pensamientos, el filo de sus mandatos desgarrando la pulpa estupefacta del cerebro, la miel de sus rizos avanzando sobre mi almohada, la intimidad de sus horquillas conquistando palmo a palmo todos mis enseres. Protegida por las llaves de fósforo y humo de los sentidos abría de un solo golpe todas las puertas de la fatalidad.


CONJURO
A LA 5ª CEREMONIA

   Destruyendo la frivolidad de lo pasajero con admirable decisión dejaba para los hombres la apariencia de las cosas. Así fue como me enseñó a temer, a sufrir, a abominar. ¿Qué quedan de aquellas inspiraciones de aire puro en las madrugadas de la primavera, de aquellos enajenantes terrores nocturnos cuando los diablos se asomaban a los bordes de la infancia?


CONJURO
A LA 6ª CEREMONIA

   Ella y yo éramos dos ascetas de la sensualidad. Ella tenía todas las formas del arcano así como la tromba contiene las formas de todos los espacios. Nuestra depravación constituía nuestra máxima virtud y nuestros crímenes sólo destruían lo necesario. Fanáticos de la sangre, despreciábamos las ideas. Verticales sobre lo espontáneo nuestra pasión se alzaba contra todas las leyes. Por eso no me detenía ante su imagen sino que la penetraba y me dirigía a través de ella a la santidad.


En El paraíso desenterrado, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, 1972. Primera edición: 1966.
Juan José Ceselli (Buenos Aires, Argentina, 1909-1982), poeta y traductor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario