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lunes, 15 de julio de 2019

EDGAR BAYLEY Nueva y eterna como el camino




LA MANO

Algo va a surgir de esa mano
no retengas ni su amor ni su odio
deja que hable esa mano
que escriba torpemente en la noche
deja que recuerde
que se pierda entre las sábanas
entre las hojas y las calles
que se pierda balbuceando
y que destruya los puentes del saludo
deja que diga no
y que la odien y la expulsen
deja que no escriba
que se mate poco a poco
que ennegrezca con el agua tibia del vicio
que se calle o hable sin sentido

deja a esa mano estar
mano inservible
desahuciada
odiosa
mano para el martirio de los otros
para robar
para implorar clemencia a los cobardes
mano infidente
mano sin piedad
ni gracia
ni alegría
mano de verdugo
de holgazán
innoble
blanda
mano de firmar sentencias
mano de condenar
mano escondida
aleve
mano de traicionar
de mentir
de estar borracho

¿Pero esta mano indigna sucia
no buscará en la noche algún saludo
alguna señal de Dios o de la calle?

Porque esta mano viene de lejos
desde antiguo
mano de hombre
de rufián
menesterosa
mano de equivocar
de estar callado
mano imposible de cortar
mano regenerada
mano infinita renacida
mano infame
pero mano de esperar
mano de imaginar
mano de acompañar la noche
mano para volver

Algo va a surgir de esa mano
no las condenes
deja que abra sus dedos
que suelte su envoltorio
su dinero
la terrible noticia
el telegrama de felicitación

Ha de llegar la señal
poco a poco
algún saludo
y la mano hablará por fin
hará surgir el fuego de las sombras
cantará
sencillamente cantará

La mano fue antes árbol
estrella
viento
la mano movió compuertas y señaló caminos
la mano empuñó el timón y cerró los párpados desvelados
la mano abrió las tinieblas
y tuvo sed de amor: inventó signos
saludó
fue serena
tuvo reflexiones sensatas
consoló y acompañó el llanto de los otros
y la mano sencilla sufriente
se hizo una sola cosa con todos los desesperados
la mano celeste
inventora del fuego y la herramienta
invasora del aire y de la espera del hombre
mano muda
mano sin solución
mano nueva y eterna como el camino
y las llaves del sueño y del canto
mano real
hermana
agresiva
impotente
mano donante
enamorada
mano de luz
nocturna
imperativa
mano del mundo
del día
del comienzo


En Obra Poética, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1976. El poema “La mano” forma parte del libro Ni razón ni palabra (poemas, 1955-1960)
Edgar Bayley  (Buenos Aires, 1919 - 12 de agosto de 1990)
Foto: Jmp

viernes, 12 de julio de 2019

FINA GARCÍA MARRUZ El agua de lluvia entre las piedras, las baldosas del patio en la niñez




EL DÍA EN APARIENCIA

El día
en apariencia quieto,
sereno,
inmóvil,
ha hecho abrir el grano,
caer el pétalo,
crecer el pensamiento,
madurar el amor
o la guerra,
y, en un mismo
instante, nacer
y morir.

El día, en majestad,
el serenísimo.

1976


MUERTE DEL ESCÉPTICO

¿Cómo habrás acabado por aceptar
tu muerte, tú
que no creías en las cosas absolutas?

1982


ISABELITA

Cuando yo muera
–me dijo, sonriendo suave-,
cuando yo muera,

lo único que quiero
es que mis huesitos y los suyos
descansen juntos.

(El agua de lluvia
entre las piedras,
las baldosas del patio
en la niñez.)



¿Cómo desconfiar
aún, si bajo
la losa gris, la
cimentada piedra,
sacó la lengua
invencible
esa yerbita verde?


OH ÁRBOLES SAGRADOS…

Oh árboles sagrados, yerba semimojada,
ásperos troncos, tiernas, delgaduchas
ramas que suben y se encorvan luego
al peso de una frágiles hojas, oh calles
conocidas, mil veces vistas, sin cuidado,
por las que un extraño cruza, y que en las soledades
de su celda, el preso o el enfermo
querrían volver a ver, ah muerte que nos esperas
a todos, alma mía de ayer que ya no reconozco,
deseos que me ocuparon días, años, mañanas
gloriosas o sombrías, pérdidas y ganancias,
viejas conversaciones de las que apenas nos queda
en la memoria un poco de aroma, otro poco
de nada! Ah distracciones, que nos ocuparon
el sitio del Amor! Aún queda tiempo.

Nuestra patria es la vida.

Septiembre, 1980


CINE MUDO

No es que le falte
       el sonido,

es que tiene
       el silencio.


EL TESORO ENCONTRADO EN LA NIEVE
(El hombrón y Charlot)

Los dos
encontraron un tesoro.

Uno,
porque sólo vivía para encontrarlo.

El otro
porque hubiera sido
igualmente feliz  de no encontrarlo.


MI TÍA ENCONTRÓ

Mi tía encontró una flor muy bella
y la ha aspirado,
ligeramente vanidosa,
sin ningún motivo,
como si ella fuese la flor,
o quizás, porque sólo ella
fue a su encuentro.


CRÍTICO DE ARTE EN UN JARDÍN PÚBLICO

Ah
–dijo al mirar
la hojaza verde, viva
y coleando-,

después
de tantas metáforas
y lienzos copiadores,
un “original”,
eh?


INMORTALIDAD DEL RELOJ

Lo terrible es que,
aun cuando
el reloj se para,
sigue andando.


DE LA CADUCIDAD DE LAS COSAS

Quién iba a decirnos,
poetas,
después de tantos versos
a lo frágil del tiempo,
que sólo él
es eterno!


REVERSOS

Pero la tempestad
sabe un secreto
que no alcanza jamás la calma.

Pero la calma
sabe un secreto
que no alcanza jamás la tempestad.


NO ES POR ORGULLO, POESÍA

No es por orgullo, poesía,
no es por orgullo
que nunca trato de buscarte,
que no me impaciento si no me visitas,
que no me ocupo de publicar tus favores
como un mal amante los favores de su dama,
no es por orgullo,

sino porque sé bien que,  
de algún modo,
tú estás en algún lugar firme
esperándonos siempre
y que todos los caminos
oscuros e inciertos
que de ti me separar
irán a dar al final a tu radiante pecho.



Selección de poemas: Jmp. En Habana del centro, Ediciones Unión (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), Ciudad de La Habana, 1997. Recoge poemas dispersos en revistas y otras publicaciones.
Fina García Marruz (La Habana, Cuba, 28 de abril de 1923). Foto: Jmp

jueves, 11 de julio de 2019

JUAN JOSÉ CESELLI Destruyendo la frivolidad de lo pasajero





I
COAGULACIÓN

CONJURO
A LA 1ª CEREMONIA

   Sí,
la encontré desnuda y a la vez vestida con todos los trajes indescriptibles de la turbulencia.   Nada sutil que lo era todo como un relámpago perpetuo invisible, me construía destruyéndome y los presentimientos se adelgazaban estrepitosamente hasta rozar el fuego de incesantes contracciones hacia una oscura fuga invertida.


CONJURO
A LA 2ª CEREMONIA

   Cuántas veces la abrazaba creyéndola totalmente entregada. Siempre un nuevo engaño con un gran asombro por etapas, cuyos fragmentos se soldaban en una sola exaltación para percibir los implacables límites de la oscuridad.


CONJURO
A LA 3ª CEREMONIA

   Mientras la vehemencia flameaba como un manojo de puñales, de nuestra epidermis se filtraban los amaneceres liberando el Sol, que coincidía con el resplandor de nuestra resurrección. Llegaba así el centro extrañamente ansioso del sigilo y mi espíritu atormentadamente angélico rozaba las madrigueras salvajes de los instintos, persiguiendo el milagro, la ausencia de todo sentido.


CONJURO
A LA 4ª CEREMONIA

   Yo percibía la energía de su combustión avasallando las grietas de mis pensamientos, el filo de sus mandatos desgarrando la pulpa estupefacta del cerebro, la miel de sus rizos avanzando sobre mi almohada, la intimidad de sus horquillas conquistando palmo a palmo todos mis enseres. Protegida por las llaves de fósforo y humo de los sentidos abría de un solo golpe todas las puertas de la fatalidad.


CONJURO
A LA 5ª CEREMONIA

   Destruyendo la frivolidad de lo pasajero con admirable decisión dejaba para los hombres la apariencia de las cosas. Así fue como me enseñó a temer, a sufrir, a abominar. ¿Qué quedan de aquellas inspiraciones de aire puro en las madrugadas de la primavera, de aquellos enajenantes terrores nocturnos cuando los diablos se asomaban a los bordes de la infancia?


CONJURO
A LA 6ª CEREMONIA

   Ella y yo éramos dos ascetas de la sensualidad. Ella tenía todas las formas del arcano así como la tromba contiene las formas de todos los espacios. Nuestra depravación constituía nuestra máxima virtud y nuestros crímenes sólo destruían lo necesario. Fanáticos de la sangre, despreciábamos las ideas. Verticales sobre lo espontáneo nuestra pasión se alzaba contra todas las leyes. Por eso no me detenía ante su imagen sino que la penetraba y me dirigía a través de ella a la santidad.


En El paraíso desenterrado, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, 1972. Primera edición: 1966.
Juan José Ceselli (Buenos Aires, Argentina, 1909-1982), poeta y traductor.