FIN DE FIESTA
Porque
no tengo necesidad de hablar
estoy callada.
Suena triste pero es más verdad que el silencio.
Anoche hablé hasta que me dolió la comisura
de los labios.
Pero anoche era un tigre.
Ahora soy aquella, la hija del hombre:
sin mañana
sin semilla
sin voz.
Sólo una idea perdida
entre la ropa sucia.
estoy callada.
Suena triste pero es más verdad que el silencio.
Anoche hablé hasta que me dolió la comisura
de los labios.
Pero anoche era un tigre.
Ahora soy aquella, la hija del hombre:
sin mañana
sin semilla
sin voz.
Sólo una idea perdida
entre la ropa sucia.
LA CIUDAD
I
De la
ciudad
no puedo decir nada
porque llegué dormida
como quien llega al mar
a no pensar.
no puedo decir nada
porque llegué dormida
como quien llega al mar
a no pensar.
II
Vivir
en la ciudad
es como un sueño largo
uno no sabe nunca
cuándo va a bostezar
y empieza el despertar.
es como un sueño largo
uno no sabe nunca
cuándo va a bostezar
y empieza el despertar.
III
La
ciudad
es una vaca echada
nadie la vio pasar
pero llegaron a sus ubres
a aprender a mamar.
es una vaca echada
nadie la vio pasar
pero llegaron a sus ubres
a aprender a mamar.
IV
De la
ciudad
no amo a los que dicen
que quieren regresar
la ciudad se hizo para hablar
el mar para callar.
no amo a los que dicen
que quieren regresar
la ciudad se hizo para hablar
el mar para callar.
V
La
ciudad
tiene el alma de todos
en un hilo invisible
que estrangula las ganas
de llorar.
tiene el alma de todos
en un hilo invisible
que estrangula las ganas
de llorar.
VI
En la
ciudad sólo viven
los que tienen valor
para no regresar
a morderse los sueños
en el mar.
los que tienen valor
para no regresar
a morderse los sueños
en el mar.
EL DESEO…
El
deseo: pájaro negro en la noche,
abre sus alas y golpea.
Muerta el alma el deseo la hace espuma,
los caballos del mar ya no están quietos,
se exaltan y se pierden.
El hombre se mueve, en esa marea
ahoga sus sentidos.
El deseo, no es un sentir apenas,
yo lo he visto
enrojecer los labios de los muertos.
abre sus alas y golpea.
Muerta el alma el deseo la hace espuma,
los caballos del mar ya no están quietos,
se exaltan y se pierden.
El hombre se mueve, en esa marea
ahoga sus sentidos.
El deseo, no es un sentir apenas,
yo lo he visto
enrojecer los labios de los muertos.
En Dos
siglos de Poesía Mexicana. Del XIX al fin del milenio: Una antología, Editorial
Océano de México, 2001. Selección, prólogo y notas de Juan Domingo Argüelles.
Silvia Tomasa Rivera (El Higo,
Veracruz, México, 7 de marzo de 1955). Foto: Jmp
No hay comentarios:
Publicar un comentario