RETORNO DEL HÉROE
Vino un
soldado muerto a decirme. -¿Qué has hecho?
Un agujero
oscuro tenía en medio del pecho.
El agujero
oscuro me miró oscuramente,
también
la destrucción cayendo de su frente.
Sus rodillas
desnudas me miraron desnudas
y sus
espaldas, muertas, bajo las alas mudas.
-¿Qué
has hecho tú? –Yo he muerto contigo cada día.
-No
basta. –No. Yo muero contigo todavía.
No hay
mitos ya, es el hombre, solamente, me dijo.
El hijo,
hijo del Padre, y el Padre, hijo del Hijo.
Esta es
la tierra vasta con su muerte y su vida.
Clima y
zona de paz aún desconocida.
Turno de
transformar para que yo no muera
sino
de muerte mía, final y verdadera.
¿Quién
eres? ¿Pescador, labrador, jornalero?
Dijo
su voz sin voz: -¿Qué has hecho, compañero?
Me mostró
lo que fue su adolescencia viva.
Un cielo
en que brillaba la luna persuasiva.
Me mostró
los baldíos de la tarde poblados
de vírgenes
latones y de ángeles ahorcados.
Me mostró
el almanaque, el cuaderno, la rosa,
el
polvo de oro en donde nace la mariposa.
Me mostró
la plazuela vacía del feriante
y el
hoyo en donde estuvo la granada fragante.
Iban por
los caminos madres solas, llagadas,
ya vacías,
sin niños, sin pechos, sin mirada.
Le ví
alzando en la mano la tibia calavera
del
hogar destruido por la metralla artera.
Me mostró
su fusil y un clavel en el caño.
Los carros
de las quintas con el vino del año.
Me mostró
los raídos trajes de sus hermanos
y el
pozo en que caía la lluvia de los pianos.
Me mostró
la robusta sementera perdida
y el
cuello del rehén como una flor transida.
Iban por
los caminos delgados pies sangrantes
de
niños que llamaban a las madres distantes.
Le vi
de pie marchando detrás de la bandera
y
luego solo, muerto, tendido en la pradera.
A su
lado entre pálidas mareas ondulantes
y
estatuas de doradas cabelleras flotantes
crecía
un aire celeste, ligeramente herido
de jóvenes
caballos y muchachas que han sido.
En vano
el corazón busqué dentro de su pecho.
El agujero
muerto me preguntó: -¿Qué has hecho?
Me acerqué
a la ventana con mi mano en su mano
de
hueso frío, lento, silencioso, lejano.
Y el héroe
señalando con su índice incierto
más
allá de las bardas donde el viejo sol brilla,
desde
la alta ventana, viajera como un puerto,
mostró
su corazón convertido en semilla.
Raúl
González Tuñón (Buenos Aires, 29 de marzo de 1905 – 14 de agosto de
1974).
Poema
no incluido en Poesía reunida (2011).
De Himno de pólvora (1943). En Horacio Armani. Antología esencial de poesía
argentina (1900 – 1980), Aguilar, Buenos Aires, 1981. Foto: Jmp
RESEÑA REVISTA IBEROAMERICANA (fragmento)
RAUL GONZALEZ TUÑON, Himno de pólvora.-Santiago
de Chile, Editorial Nueva América, 1943. 240 pp.
He aquí un magnífico libro de
anchurosa y viril poesía. "Tiempo del héroe", "Poesía de
guerra", los subtítulos, definen su carácter. El intenso poeta argentino y
universal que es Raúl González Tuñón da aquí una nueva muestra de su espíritu
alerta, de su honda sensibilidad, de su expresión novísima. Luchador antinazi,
la poesía es para él un arma más, la más certera. Por eso, puede decir con toda
verdad: "a nosotros la Poesía." Poesía que a veces se expresa en
prosa, para decir su mensaje con mayor amplitud y libertad. Poesía humanísima,
que en su pórtico de guerra lleva el epígrafe de Stalin: "El hombre es el
capital más precioso.”
Poesía sinfónica, desbrozada de
ornamentos superfluos, poesía nerviosa, generosa, caudalosa, ardorosa. (…)
La edición de este libro es sobria y
luce en su portada una expresiva ilustración.
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