ALGUNAS COPLAS DE CIEGO
I
Qué
maravillas sencillas
de
amor y de inteligencia
las
flores y las semillas.
II
Si
sigues tan distraído
vas a
llegar a la muerte
sin
saber que estás dormido.
VI
Dijo
lao Tsé a un iniciado
que
anduvo leguas por verlo:
–Si me
buscas, me has hallado.
XIV
Siempre
igual la historia:
La noria
y la noche,
la
noche y la noria.
XVII
¡Cuántos
siglos y qué fina
sabiduría
ha empleado
para
formarse, la espina.
XXIV
Se
acostumbró a la lectura
como
antaño los guerreros
a
vivir con la armadura.
XXIX
Dijo
el gusano a la rosa:
Anoche
soñé que estabas
por
volverte mariposa.
XXX
Se
querían tanto
que
daba tristeza
mirarlos.
XXXVII
Ningún
maestro de escuela
podrá
explicarte jamás
el
olor de la canela.
XLIX
Después
de resucitar
a una
niña recién muerta,
fue a
caminar y a llorar
por
una calle desierta.
LI
Lo que
no puedo expresar
por
recóndito y profundo
me es
muy fácil de cantar.
LVI
Tengo
una pena muy grande;
cuando
la quiero escribir
se me
hace tinta la sangre.
LXIII
Se
despertó de repente
y se
asombró al encontrarse
viviendo,
sencillamente.
LXXXIX
Van de
la mano;
él por
la montaña,
ella
por el llano.
CII
Te
miro dormida;
eres
la de siempre,
la
desconocida.
De:
Coplas de ciego. Edición completa, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca,
2011.
Ezequiel
Martínez Estrada (San José de la Esquina, Santa Fe, Argentina, 14 de septiembre
de 1895 – Bahía Blanca, 4 de noviembre de 1964). Foto: Jmp
“(…) Coplas de ciego consta de 156 poemas brevísimos, de dos, tres o
cuatro versos, pero que, como señala Burgos en el estudio preliminar, “la
mayoría no son coplas. Mayoritariamente se trata de tréboles que, como el
nombre indica, los conforman tres versos octosílabos que riman el 1º con el 3º,
quedando suelto el 2º”. Las “coplas de ciego” se identifican con “las coplas de
los ciegos ambulantes que, todavía a principios de la década de 1950,
trajinaban los caminos de las aldeas y pueblos de España –explica Burgos–,
desgranando historias pasionales y truculentas, con voces plañideras y el
acompañamiento de algún instrumento basto y desafinado, guiados por un
lazarillo que vendía las coplas impresas que ellos cantaban”. El resultado es
una lírica sublime, a mitad de camino entre el carácter narrativo del
minicuento, la poesía cerebral del aforismo, la potencia imaginaria del haiku y
el contenido sapiencial de la sentencia. Todo ello en el ápice de la sencillez,
en un cruce sorprendente de lo mínimo y lo grandioso, de lo leve y lo hondo.
Estos versos se emparentan, además, con los aforismos de Voces de Antonio
Porchia, a quien Martínez Estrada dedicó la primera edición de sus Coplas de
ciego. (…)” Jorge Dubatti
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