AUTOPSIA DE CRESO
(Fragmento)
1… Amigo
Velazco: el asunto de Creso, acerca de cuya entronización y tiranía conversamos
tantas veces a favor de mi lámpara, entrará hoy en este Cuaderno según el pie
científico de una necropsia. En rigor de verdad, Creso no ha bajado aún a la
tumba, sino que agoniza velozmente; por lo cual, y mejor que una necropsia, le
convendría una biopsia in extremis. Pero su fin se halla tan próximo que, a mi
juicio, no pasará la noche. Dios ejerce una Misericordia tan abismante como su
Justicia y su Paciencia. Debo recordarle, ante todo, que la innoble figura de
Creso no hace fluir ahora por vez primera la tinta ecuánime de mi
estilográfica: ya la describí hace años en mi Adán Buenosayres (y en su Infierno de la Violencia), donde Creso
aparece junto a los ladrones, como responsable del “robo universal” más
tremendo que haya soportado el siglo. En estas páginas estudiaré la magnitud y
natura de tan formidable asalto; y sobre todo sus consecuencias desastrosas, ya
que nuestro buen hombrecito, detrás de sus fines, utilizó como armas la
mistificación y la corrupción, de modo tal que, bajo su férula, no quedó
ninguna institución, arte o saber humanos que sea hoy reconocible en su nobleza
original.
2… Necesito
aclararle previamente que, bajo el nombre de Creso, me propongo describir al
representante del Tercer Estado social, o al homo oeconomicus; al “burgués”, en suma, tal como lo define
cualquier diccionario de la lengua. En rigor de justicia, Creso, al igual que
los integrantes de las otras castas o estados, responde a una “función social”
rigurosamente necesaria: responde a ella y no a otra, porque su naturaleza
intrínseca o su “vocación individual” lo incorpora naturalmente a esa clase y
lo declara idóneo para tal función. En consecuencia, lo que define a Creso no
es una desmedida posesión de la riqueza corpórea, sino una “mentalidad” sui
generis que le hace apetecer y buscar dicha riqueza. En tal sentido, hay millonarios
que no son Cresos y hay Cresos que no tienen un centavo. Le diré más aún: el
mundo presente, obra de la tiranía secular a que lo sometió Creso, está uniformado ahora por esa “mentalidad”
que le imprimió el Hombrecito Económico en tren de universalizar su reinado. Y
verá usted al fin que la solución integral de los problemas que hoy nos aflijan
estaría en que todos y cada uno de nosotros advirtiéramos hasta qué punto esa
“mentalidad”, nos ganó el ser y en destruir sus manifestaciones con métodos
adecuados.
3… Pero,
¿cuál es la función de Creso en el organismo social que integra? Es una función
doble: a) “producir” la riqueza material o sustento corpóreo del organismo; b)
“distribuir” equitativamente la riqueza en todos los miembros del organismo
social. Yo diría que tal es la “virtud” inalienable de Creso; y sobre todo lo
es en la segunda parte de su función, la que lo declara específicamente un
hombre oeconomicus, ya que la palabra
Economía, en sus raíces originales, no tiene otro significado que el de
“Justicia en la distribución”. Si Creso ejerce tal “virtud” con honradez, está
bien sentado en la balanza; y el organismo social funciona en armonía, vale
decir con salud. Desgraciadamente, Creso tiene un “vicio” que se manifiesta en
oposición a su “virtud”: la sensualidad de la riqueza. Tal vicio lo inclina (o
puede inclinarlo) a cierta “mística de lo material”, a convertir lo corpóreo en
un dios y a usufructuar ese dios en su propio y excluyente beneficio. Para
evitar ese riesgo, el Hombrecito Económico está controlado “normalmente” (vale
decir en subordinación jerárquica) por dos frenos distintos: uno “interior” o
espiritual y otro “exterior” o social. El freno interior es el que le opone su
conciencia religiosa, le impide consumar el desequilibrio o pecado de una
injusticia social en el orden económico. El freno exterior es el que le impone
a Creso el “segundo estado” social, el de los Mílites, cuya función no es otra
que la de asegurar la defensa, el orden y la justicia en la organización
humana.
(…)
Leopoldo
Marechal (Buenos Aires, 11 de junio de 1900 – 26 de junio de 1970).
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