LA MÁQUINA DE ESCRIBIR
De puro integrar el paisaje de la sala
la vieja máquina de escribir pasa inadvertida.
Una piadosa pátina de polvo
la condecora de olvido y de melancolía.
La máquina estoica y guerrera,
si pudiera,
cuántas cosas diría,
acerca, por ejemplo, del cosmos y la hormiga.
Pero está muda, silente,
está como dormida,
acunando cuentos de hadas,
cartas de amor jamás escritas,
y hasta una pizca de filosofía.
Si acaso despertara
al simple soplo de la muriente tarde,
yo le sugeriría que te dijera, amada ausente,
que es como el horizonte la vieja pena mía.
CANTO A LAS BREÑAS
Te
fundaron una noche, a la luz de la lámpara.
El monte estaba espeso de quebrachos y sombras.
Los hombres, todos, todos, miraban hacia el alba.
Te fundaron sin meses, sin fechas y sin horas.
Fue una noche, digo, en que todos los grillos
andaban en el campo de parranda en parranda.
Fue algo sin discursos, sin palabras, sin himno.
Algo que hace la gente que siempre esta callada.
Las Breñas, patria mía, te recuerdo en futuro,
con tus gentes sencillas, tus árboles, tus calles;
y pienso que es muy bueno, si es que tiene alma uno,
que el alma de uno quede a vivir en tus calles.
Las Breñas, madre mía, pequeño país de sueño.
Amada que enmadejas la luz de mi quimera.
Canto y me ennoblezco, te lloro y me renuevo.
Pueblito donde quiero que me cubra la tierra.
CANTO AL CHACO
Cielo
en el campo de algodón, y cielo,
cielo en el cielo tibio de mi Chaco.
La luz del viento Norte que se agita
sobre el extenso monte de quebrachos.
Ardiente sol que alumbra nuestros huesos
y nos ciñe con sombras a la tierra.
Luna, que entibia las aldeas dormidas
y que al Este engalana las palmeras.
Tierra de pumas, yararás y ciervos,
desde el fondo del tiempo el indio toba,
viene abriendo picadas en sus montes
y manchando sus riachos de canoas.
Ésta es mi tierra donde se ara y canta.
Éste es mi Chaco, algodonal tendido
al viento de la tarde que lo ondea
como a un blanco pañuelo estremecido.
Ésta es mi tierra donde el hombre calla
y el fatalismo muerde sus entrañas,
cuando en el cielo un drama de langostas
ensombrece las tierras cultivadas.
Tierra de tradición, de mate amargo,
de asados al fogón y de rasguidos.
Tierra de gauchos, donde algún asunto
se discute a relumbre de cuchillos.
Haciendo un viaje por aldeas y pueblos,
un latido de paz se nos ahonda.
La beatitud emerge de las gentes,
la sencillez se escapa de las cosas.
La raza toba señoreó este suelo
cuando el sol era sol y el monte, monte;
aún perduran algunas tolderías,
como un sueño escapado de la noche.
Indio de piel oscura y ojos tristes,
enraizado en las selvas de esta tierra:
deja que nombre tu dolor, hermano,
hoja del árbol de una raza muerta.
Éste es mi pago al Norte de mi Patria,
tierra abierta a las luces del progreso,
que va al encuentro de un llamado viejo,
que va al encuentro de un destino nuevo.
Nuestra tierra nos llama y nos amarra.
Es nuestro corazón eterno preso.
Quien mil veces partió, volvió otras tantas.
Nuestra alma está hecha de regresos.
Llegue
mi pobre canto hasta los montes,
y trepe mi cariño a sus quebrachos,
Porque estoy lejos, como un niño triste
llevo en el alma el cielo de mi Chaco.
Mi
primo Cacho (Oscar Raúl Palaoro) visitó mi casa de City Bell. Charlamos en el
taller, charlamos bajo el sauce, comimos y tomamos vino tinto, durmió la
siesta, charlamos bajo el sauce, charlamos en el taller. La chacra de la Nona,
los primos, los tíos, la polenta con pajarito (“A vos te decíamos ‘Porteño ecológico’,
no te gustaba cazar pero bien que los comías”, me dijo). Y me habló, de un
poeta amigo, Mario Nestoroff, oriundo de su pueblo, Las Breñas. Por eso la
selección de estos textos de un poeta para mí desconocido hasta la presencia de
mi primo Cacho, con quien además, por suerte, compartimos una cosmovisión, un
estar en el mundo. Para que sea más lindo, para que sea más bello, para que sea
de todos.
Mario
Nestoroff (Las Breñas, Chaco, 21 de agosto de 1936 – 21 de agosto de 1980). Descendiente
de búlgaros. Poeta. Foto: Elena B. Núñez. En City Bell, un 11 de marzo, Oscar Raúl
(Cacho) Palaoro y José María Pallaoro.