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jueves, 4 de agosto de 2016

Pedro Aznar, Mi flor aún se está abriendo


A MISHIMA

     ¡Hunde la espada en tu vientre!
y deja que la sangre brote
sublevada
como el primer semen
frente a la hermosa imagen
del mártir cristiano.

     Creo saber lo que querías:
La grandeza del hombre,
dibujada, irrenunciable,
en los hombros del atleta que amaste
a la distancia;
La vida
hecha un aterrador punto brillante,
colgando del hilo transparente de la desesperación
de Yasue,
sus sobrinos tragados por el mar
frente a sus ojos
de vigía impotente;
El amor indomable
que te mate siete veces:
devorado,
atravesado por espadas,
ahogado en sus aguas turbulentas,
abrasado por su fuego incontrolable,
borracho de veneno, mordido por serpientes,
aplastado en una lluvia torrencial
de piedras, hasta darte la inmortalidad
que desdeñabas; y
La muerte, al fin,
como el orgasmo verdadero
de la liberación.

     Ningún otro beso podría haber saciado
tu casta boca,
hambrienta del sabor olvidado
de la carne humana.

     ¿Qué hiciste,
griego loco,
encarnando en samurai?


LLAMADO CON FONDO DE LEONARD COHEN

     Si te quisiera bien
no me habría rehusado
a amarte
(¿o tal vez fue por lo tanto
que te quise?).

     Si me quisieras bien
no me habría despertado el teléfono
cuando ya casi eran las cinco
para decirme que te vas.

     Si nos hubiéramos querido bien
no nos habríamos tenido
el uno al otro
jugando a la ruleta rusa
con los pétalos de una mustia margarita
tanto tiempo.

     Te vas muy lejos.

     ¡No me lleves en tu alforja!
     ¡Por Dios,
                   no me lleves!


EL MUNDO…

     El mundo es un lugar
Yo soy un alma.

El mundo es un alma
Yo soy un lugar
donde Ella se manifiesta.


CUATRO JAZMINES

     Corto cuatro jazmines
de la planta que me regaló
mi amigo.

     Lleno de agua clara
una vasija de barro que,
muerta de sueño,
sorprendí en la alacena.

     Me quedo viendo, encadenado a la fragancia,
la inconcebible explosión
del blanco sobre el verde
flotando, abandonada,
por el diminuto mar
de exacta calma.

     Pero no,
al fin descubro un tenue latido
en el velo transparente.
Mis brazos, apoyados en la mesa
en la que escribo,
le transmiten el ritmo
de mi sangre.

     Y así entiendo:
                          Yo también soy recipiente
                          de barro
                          lleno de agua destinada a secarse
                          alguna vez

                          Mi flor aún se está abriendo



En: “Pruebas de fuego”, Planeta, 1992.
Pedro Aznar (Buenos Aires, 23 de julio de 1959).

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