DEMASÍA
Esa muchacha, que
ya no puede oler,
ahora come, devora
los pimpollos
de la nueva
estación en ramas bajas.
El aire del goce le
ha gastado un sentido
y va con los otros
a la misma belleza.
Abajo, unos pétalos
esquivos
le rodean faldas y
pies descalzos.
Y mira alrededor,
sonriente
o temerosa del buen
juicio;
pero sabe que todos
somos ella.
Bien sabe, mientras
brilla
en sus ojos ya
libres,
qué cosa nos
espanta.
FINAL DE LA SAGA
a Daniel Ponce, a nuestra generación perdida
y recobrada
Soy
mi madera, soy el alto roble del que fui cortado una y otra vez. Y soy también
el débil yacente que dice Soy mi madera;
y ambos, al fin, volamos aguas abajo. El aire silba, sangra en los remos
dormidos. Todos, menos esto que aún sueña, se han rendido: desgarradas frases,
bocados en voces, migajas de letras… Y otros cenan, ahora, en el lecho fluvial.
Allá voy…, vamos... La herrada cabeza bajo
el timón de popa que vacila y no aprueba; que nunca me dará su bendición
Soy también mi espalda rota, mis largas
piernas señalando el rumbo y esta mano, ayer diestra, sobre las contadas
posesiones.
Soy mis ojos crucificados por la visión.
¿Mas hoy quién se apedrea en las guerras divinas? ¿Quién vive tan alto para
morir en ellas?
La mano ansía el borde dentado del hacha,
impreca el basto hierro de las espadas o agita unos abalorios sin sonreír por
ello.
Aguas abajo. No has mezquinado ni una gota
de sudor. Pacientemente escuchaste al Idiota que reencarna incesante entre
pares e impares. Tu alma desovó en el origen… ¿Qué más de lo efímero?
Soy roble y me acompaño; parto conmigo la
suerte de los olvidados. Soy el veloz tajamar y la serpiente de proa, maldita
ya por las verdades. Pero ¿no había a mi lado otro guerrero, su torvo espectro o su nada? De él será sin
duda la mano siniestra que escancia el alquitrán, su roja ira. Oye a tu vela,
feliz como esa luna, lamentándose.
Aguas abajo, nada nos importa. Esos peces
que vuelan de babor a estribor; el salmón de los rápidos aleteando al fin en el
río turbado… Óyelos balbucear: “Olvida,
olvida las palabras importantes.”
Ardemos hacia abajo. Mira cómo acuden los
brazos de las diosas. Allí, entre las cenizas… ¿Pero nadie las ve?...
¡Diablos!, ya libramos la batalla perdida.
LA INICIAL INFINITA
Hay una Inicial inconcebible, que no
reviste la forma de letra alguna y, por lo tanto, no puede ser presa del
alfabeto o la caligrafía. De su misterio incesante surgen las otras iniciales,
las palabras, líneas, estrofas o párrafos… Y este libro, que ya has leído o
soñaste leer. Que recomienza.
En:
“La inicial infinita (Poemas reunidos, 2013-2016)”, Imaginante editorial, 2016.
Daniel
Gayoso (Buenos Aires, 1957).
Foto: Cecil Sarandon
(Alemania, 1974).
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