SOMBRAS
Cuenta Plinio el Viejo de un país poblado
por sombras sin hombres.
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En el gran Concilio de Alejandría, los
Padres de la Iglesia discutieron vehementes la cuestión de si al morir el
cuerpo también muere la sombra.
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La sombra más libre es la del pájaro, que no llega a tocar el cuerpo del que es sombra.
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Los amantes exactos tienen una sola sombra.
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La sombra de la palabra es el eco.
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Cuenta Tácito haber visto un perro huyendo de su sombra que le ladraba furiosamente.
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El hombre puro no tiene sombra.
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Y esgrimiendo el arma me dijo: ¡La sombra o la vida! Mas yo, que generalmente presto poca atención a los protocolos y a los usos antiguos, me oí responderle: La sombra es mía, llévese la vida. Y desde entonces ando pegado a las paredes.
En:
“El ladrón de atardeceres”, Plaza & Janés, 1998.
Rafael Pérez Estrada
(Málaga, España, 16 de febrero de 1934 – 21 de mayo de 2000). Foto: RPE y
perico.
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