AL COMPRADOR INDECISO
(Poema
inicial de La isla del tesoro)
Si los cuentos que
narran los marinos,
hablando de
temporales y aventuras, de sus amores y sus odios,
de barcos, islas, perdidos Robinsones
y bucaneros y enterrados tesoros,
y todas las viejas historias, contadas una vez más
de la misma forma que siempre se contaron,
encantan todavía, como hicieron conmigo,
a los sensatos jóvenes de hoy:
—¿Qué más pedir? Pero si ya no fuera así,
si tan graves jóvenes hubieran perdido
la maravilla del viejo gusto
por ir con Kingston o con el valiente Ballantine,
o con Cooper, y atravesar bosques y mares:
Bien. ¡Así sea! Pero que yo pueda
dormir el sueño eterno con todos mis piratas.
junto a la tumba donde se pudran ellos y sus dueños.
de barcos, islas, perdidos Robinsones
y bucaneros y enterrados tesoros,
y todas las viejas historias, contadas una vez más
de la misma forma que siempre se contaron,
encantan todavía, como hicieron conmigo,
a los sensatos jóvenes de hoy:
—¿Qué más pedir? Pero si ya no fuera así,
si tan graves jóvenes hubieran perdido
la maravilla del viejo gusto
por ir con Kingston o con el valiente Ballantine,
o con Cooper, y atravesar bosques y mares:
Bien. ¡Así sea! Pero que yo pueda
dormir el sueño eterno con todos mis piratas.
junto a la tumba donde se pudran ellos y sus dueños.
DESDE UN VAGÓN DE FERROCARRIL
Más rápido que las
hadas, más rápido que las brujas,
puentes y casas,
cercas y riachuelos.
Como tropas que se
mueven en un campo de batalla,
los caballos y el
ganado cruzan las praderas.
La escena de
colinas y llanos
desaparece como
envuelta en lluvia.
Y de nuevo, en un
abrir y cerrar de ojos
coloreadas
estaciones pitan a nuestro paso.
Allí hay un niño
encaramándose
por una enredadera;
aquí un vagabundo
descansa y nos contempla;
allí todo está
cubierto de margaritas;
aquí una carreta se
aleja por el camino
pesadamente con su
carga y su campesino;
aquí hay un molino
y allí está el río:
¡todos son como
destellos y para siempre desaparecen!
EL VAGABUNDO
(Para
una melodía de Schubert)
Dadme la vida que
amo,
dejadme junto al
río,
dadme el alegre
cielo sobre mi cabeza
y un sendero amigo.
Cama en el matorral
cara a las estrellas,
pan para mojar en
el río:
esa es la vida que
un hombre como yo ama,
esa vida y para
siempre.
Que lo que ha de
suceder ahora o mañana
suceda.
Dadme la paz de la
tierra alrededor
y un camino ante
mí.
No busco riqueza,
esperanza, ni amor,
ni siquiera un
amigo.
Todo lo que busco
es el cielo sobre mi cabeza
y un camino para
mis pies.
Dejad que el otoño
caiga sobre mí
mientras vagabundeo
por los campos,
callarán los
pájaros
y yo mordisquearé
mis dedos azules de frío.
La escarcha brilla
sobre los campos.
El hogar estará
caliente.
¡Pero no he de
rendirme ante el otoño
ni siquiera ante el
invierno!
Que lo que ha de
suceder ahora o mañana
suceda.
Dadme la paz de la
tierra alrededor
y un camino ante
mí.
No busco riqueza,
esperanza, ni amor,
ni siquiera un
amigo.
Todo lo que busco
es el cielo sobre mi cabeza
y un camino para
mis pies.
ENVÍO
Ve, librito mío, y
a todos desea
flores en el
jardín, comida en su mesa,
una jarra de vino,
talento,
una casa rodeada de
césped,
un animado río en
su puerta
y un ruiseñor en el
sicomoro.
En:
“Cantos de viaje”, Mondadori, 1998. Traducción: Txaro Santoro y José María
Álvarez.
Robert
Louis Stevenson (Edimburgo, Escocia, 13 de noviembre de 1850 - Vailima, Samoa, 3
de diciembre de 1894).
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