PISO FLOTANTE
III
Nunca te hablé con
palabras.
Me decís que vas a tomar ese avión.
Me decís que vas a tomar ese avión.
Ahora tu voz es un
delantal.
Vuelvo a mirarte y asusta.
El mundo se quiebra como un plato de sopa.
Vuelvo a mirarte y asusta.
El mundo se quiebra como un plato de sopa.
Damos vueltas,
respirás
y dan ganas de ser el aire.
y dan ganas de ser el aire.
Es la caída del
corazón al rocío.
En el reservado del
bar te encuentro.
Es un armiño con el ruido del tren
que pasa entre nosotros como un fantasma griego.
Es un armiño con el ruido del tren
que pasa entre nosotros como un fantasma griego.
Tenés un duende en
el paladar
te subís a la taza, girás, olés al día,
te subís a la taza, girás, olés al día,
vuelo en tu alcoba
y deseo a tu pie
y a la terraza que se llega sin escalera.
y a la terraza que se llega sin escalera.
No volveré a verte.
Comprás frambuesas
en El Bucanero.
Sólo un trozo de aire en el Abasto
que gira hacia el mundo de los hoteles
que nada alumbran.
Sólo tus hombros adorados por la luz.
Sólo un trozo de aire en el Abasto
que gira hacia el mundo de los hoteles
que nada alumbran.
Sólo tus hombros adorados por la luz.
El tiempo se
dispara como loca marquesina.
Silbás a rabiar
y no hay quien lo detenga.
No es el Parque Chacabuco.
No es Alchurrón tocando la guitarra en las peñas del 79.
No es la tarde donde jugaban con Laura
(“Le pedí a Dios que viniera”).
Y algo se movió de cuadro.
Creo que la tarde llegará hasta el mar.
Silbás a rabiar
y no hay quien lo detenga.
No es el Parque Chacabuco.
No es Alchurrón tocando la guitarra en las peñas del 79.
No es la tarde donde jugaban con Laura
(“Le pedí a Dios que viniera”).
Y algo se movió de cuadro.
Creo que la tarde llegará hasta el mar.
Te veo en la calle
de la Agronomía.
Veranito a las diez de la noche.
Tu corazón es un idioma con arco y flecha.
Veranito a las diez de la noche.
Tu corazón es un idioma con arco y flecha.
Nada se balancea
más que tu pie descalzo.
Sos un deleite
intratable
que ejerce su pasión por las brasas
por el calor de la carne haciéndose.
que ejerce su pasión por las brasas
por el calor de la carne haciéndose.
Estoy en la calle
esperándote.
Es un leve motor que tengo.
Volvé te digo, la orilla es tu pie, tus manos que acarician de a cuatro.
Es un leve motor que tengo.
Volvé te digo, la orilla es tu pie, tus manos que acarician de a cuatro.
VIII
Cuando me pasabas
bronceador por la espalda no sabía que te perdía.
No hay picaporte
que me lleve lejos.
Sólo cuando me
hablabas de la avenida en Lomas
o cuando celebrabas
mi cumpleaños te ibas por el sendero.
Traías la torta de
Duna, el corazón oblicuo, la guirnalda
en el Sauce Viejo.
Mientras la yarará
se muerde a sí misma y el desayuno en Varadero
no se parece a
nada.
No hay poción que
me lleve al cántaro y a la fuente.
“Otra vez la
navidad”, me dijiste.
Tenías puesto un
vestido turquesa
y ya no pude
pensar.
XVI
Se reían los
compañeros
mientras el cenicero
se llenaba
mientras tanto papá
siempre
dejaba algunos
atados
por si alguien quería
fumar.
En cambio con vos
caminé por última
vez por Rivadavia
antes del verano en
Gesell.
Buscábamos una
malla
pero sólo era una
excusa
porque los dos sabíamos
que ya el parque no
era para nosotros.
Que ya está, fue
suficiente.
En:
“Nunca te hablé con palabras”, Editorial Babel, Córdoba, 2015.
Sergio
Kisielewsky (Buenos Aires, 1957).
Foto: John y Yoko, la
guerra ha terminado si lo queremos, 1969. Mirella Moretti Ph, 1970.
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