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jueves, 25 de junio de 2015

Griselda García, Último vaso de vino al acostarse



Manos que no son las mías
intentan abrirme
y duele
aunque nunca estuve cerrada.



Tus besos me dan asco
ahogándome en la espuma del jacuzzi.


Hay relámpagos y más relámpagos
filtrándose por las persianas del hotel
y sólo quiero que todo termine.



De afuera
quisiera la libertad
de no tener que estar adentro
y salir así a lucir
el cansancio de todo un día mezclándose
con el brillo en los ojos que dejó el orgasmo.

*

Horas en que los clítoris se abren
como mariposas tardías. 

Estoy limpia, él me come.

Mirarlo es marearse,
y es que el mar entero mora en esos ojos.

Debo haber sido una niña muy buena
para que me sea permitido sentir su lengua llagándome,
lavar su cabeza desnuda con agua de hammamelis,
sufrir su centro rompiéndome una a una las vértebras
ver la herida que nunca cierra más roja cada día
pasarme los días congelando en uno o dos versos
esos ojos que devoran al mirar.

*

SERRALLO

Otros ya idos
me coronaron reina:
final de un linaje de crueldad.

Audaces, los que quedan.

Acérquense.
Anímense a ser vistos así.

Voy a crear la palabra perfecta
voy a decir sus nombres
hoy nacen a mis brazos.

Engendraremos
un ejército voraz.
Vamos a arder y brillar.



TRABAJAR CANSA

Hombres con el torso desnudo
arrojan piedras al agua,
ven el río desde el río,
cometas que se niegan a volar,
cascos de viejos buques bajo el sol.

Hombres que una vez han hecho hijos
por la noche vuelven
a la pieza única, al único catre,
un último vaso de vino al acostarse,
alivio del fresco en la almohada,
asco de ese mundo que los olvidó.


En revista de cultura “La Bota Literaria”, año 12, número 30, noviembre 2011. Director: Claudio González Baeza.
Griselda García (Buenos Aires, 1979). Foto: Julia Russo Martínez, GG en FB.

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