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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Humberto Lobbosco, En una misma gota de agridulce piedra lunar


UN MI PADRE… EL TAL LEZAMA

El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas
y el aliento que en halo convertía…
Así el espejo averiguó callado,
así Narciso en pleamar fugó sin alas.
Lezama Lima

En una misma gota de agridulce piedra lunar
El poeta y el hijo
Cayeron en torbellino esplendente.
Un rostro opaco opacó aún más su opacidad
De cotidiano trajín salpicado
De incontables desavenencias conyugales
Fue fustigado por nuestras palmas lanzadas a rebato furioso
En bandada de bofetones de cabezas de alfileres.
Firme fuste en audaz ajuste de cuentas con el nombre
Interrogando con intempestivas voces:
¿Cuál es el nombre?
¿Dónde está ese hombre precipitado en suaves sueños
Orgásmicos y nunca falaces digresiones interpretativas?
¿Acaso necesita explicación el amarillo
De la roja flor azul de Delacroix?
¿Acaso preguntó aunque más no sea una vez
Funámbulo arriesgado y suicida
Por qué podía quedarse parado en tan frágil hilo
Un dios que nació para caer?
Mi vicio un vicio y una nostálgica manera
La de enhebrar caracoles y signos
En veloces y espantadizos dientes de conejo.
Su vicio una tremenda lucidez para elucidar
Lo lúdico del nada lúcido envés de la vida
Y el lúbrico ambular amblador entre los morfemas
Caireles de balanzas rotas y mazapán azul
En los agónico caballos de Uccello
Hincándose en áurea matriz dejando una imagen
De inicial frustración y aquiescencia
No ajustable a cartabón imaginable:
Ser parias paridos por la palabra
En parto particular-mente partido.
Par de parias con un obús por cara y una cara
Por toda queja levantándose en doble ala.
Una mirada al Sur cuando el Arco Iris constriñe
La verdadera témpera del tiempo maltratado
A destajo mientras el día y la noche se juntan
Para hacer de la luz una oscuridad hirviente y fría
Cuando el calor de una gelatinosa espera habla
De suaves tardes entre palabras reacias
Y firmes torsos adolescentes.
Todas redes que soportan la fatiga sin pausa
Y no temen acabar escayoladas por la pertinaz
Pátina del tiempo y sin mañana.
Porque los almanaques sienten temblar
Sus flacas piernas de límites y muertes
Cuando un ojo abre una O oscura o deja colgando
Flácidos sus pechos la frágil be con su nunca
Perdida mayúscula dulzura porque también
Un mi padre… el tal Lezama nació de una be larga
De muslos como jotas y labios como emes.
La plácida placenta fue entonces regurgitada
Siete veces por las cinco vocales y el cordón umbilical
Fue divertido por erótica equis sin razón y mil abortos.



UNGARETTIANA

La tarde cenerina
húmeda y ácida atraviesa
el canal de mi sangre
que picotea
entre nombres
brutales
y lejanos.

Quieto
al borde
cabeceo la memoria.



ALITER

La ciudad con olor a río y el útero
La costanera y el pescado asándose
Ante las miradas con cristales de vino
De los amigos alrededor del fuego
La calva neta y amada del viejo poeta
Y sus manos y su boca y el gesto aquél
Que hoy cuando el alma se recuesta
En la caricia de la memoria para no morir
De locura y soledad aparecen junto
A la piel de aquella mujer que quedó
Apretada a mis ojos y no puedo arrancar:
Mi ciudad, el río, mis amigos, mi amor,
Tal vez sólo eso sea la poesía, tal vez.



MEDITERRÁNEO

Estas arenas donde mi pie cautivo
De un corazón lejano pisa
No son esas arenas de aquel sueño
No son esas arenas donde quedaron
Elpénor insepulto y Ulises acechante
Donde sonaba el galope del centauro
Donde Nausícaa bañaba su inocencia
Donde la idea era la suma de la idea
No son estas arenas el remanso
Ni la fiera naumaquia donde las fieras
Y las naves luchaban bajo el gozoso
Mirar de la doncella y el tirano
No son estas arenas las arenas
Que la epopeya canta ni las otras
Las del sueño perturbado del poeta
No es este mar el que buscaba
Ni ésta la luz ni ésta la oscuridad
Ni éstas las estrellas neblinosas
Ni este feroz desierto urbano
Lo que mi alma necesita.



AL FIN EL GOCE
MACHINA MUNDI
Amarillys purpurea

          y vi a Dios en su tarea
                el lobo estepario

liliata rutilantium te confessorum turma circumdet
iubilantium te virginum chorus excipiat
el dedo del ojo del dios recorre trémulo la carne 
los adentros que rezuman entre sus piernas
el dios se afana en el tajo en el placer alfarero
lirio vulvabulbosa baya que chorrea
belladonna tubotuberosa campanilla
muguete azucena en el borde escarlata verde
el deseo placer del dios cuando la creación
de la flor fotosintética lo que agrega saber
el conocimiento embellecido artificio del ombligo
pulsión engranajes del sonar el concebir en mente
la textura el color la jugosidad para el palpitar
la extrañeza del sentido ante la tanta belleza
el largo peciolo que chorrea y abraza el escapo
globoso almizcle que se derrama denso
-¡ay, que el corazón del dios!- por donde se va
tejiendo la urdimbre lo que puede la palabra
el dedo del ojo el temblor el placer de sentir
el lenguaje naciéndose haciéndose bemba lustrosa
que absorbe lo que gotea la piedra de saliva
caparazones que se desmantelan se desmadeja
la lujuria cuando la creación del lirio
el ojo y el dedo y la lengua del dios trabajan
en la creación de la inocente e ignorante belleza
¡no! el pecado original cuando la belleza originaria
del barro y del hueso paraquelavidaseaporeldeseo
trenzas de ideas por donde todas las fuentes
durante el escorzo -¡mira!- los gestos del pétalo
sobre la palabra debajo los jugos que jugamos
la lengua flap flap sobre el borde suave
cráter que enloqueció al otro dios al de la guerra
y se rindió en el bosque ante el cazador de jabalíes 
estremecí-en-verdad-os-digo-en-verdad-os-digo
el jugo se desliza por el dedo y quema
y disuelve el pensamiento impregnando
el pequeño barrueco donde el humor
agua de la geoda la gota de sudor del miglior fabbro
sentado en la piedra laborando la esencia y la forma
el tallo quebrado del goce del dios
que concibe en la mente y amasa para que sea
flor la idea flor y después del lirio
el reposo del guerrero



En “El último gesto”, Laborde Editor, Rosario, 2005.
Humberto Lobbosco (Santa Fe, 1948). Poeta, traductor.
Foto: Encuentro en City Bell, 31 de octubre de 2009.

José María Pallaoro, Raíl "Bigote" Acosta y Humberto Lobbosco. 

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