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jueves, 9 de octubre de 2014

Graciela Zanini, Esta madura desnudez


PERCEVAL

curvado sobre sí   sueña infante
en leve lecho de agua   sus certezas

le bastan para sentir al mundo
seguro y amigable



crece la ardiente hora en que
todo es expuesto   fiesta
de fauno y doncella

hacia el
santuario en ruinas
desandará dolorosa vía



clama por el botín
hora del cuervo   esa blasfemia
con nombre de guerrero

malherido
por costumbres y ritos    cuenta su oro
a las puertas del templo



bajo sus propios
sueños se inclina
inútil búsqueda

otro dios aúlla en su costado


SEMPREBELLA

Diosa caníbal,
en la oscuridad, un siseo
de lencería te anuncia.

Satinada noche de tus manos
-gestos amplios de corola oferente-
oculta como puede,
la tumba de algún pájaro
que te era predilecto.

Música de vidrio
y flores consumidas,
despliegas,
raído abanico de promesas,
y cierta opacidad en el ambiente,
asume la forma espectral
que te delata.

¡Oh! ávida,
lo que yace en reposo no está quieto,
aletea de modo imperceptible
y nuevamente ave,
                         huye
a mi proximidad.

Impreciso contorno,
hallarte es un azar o un reto.

Presiento
que las calles de la ciudad encubren,
como si protegieran un milagro,
tus manantiales de leche envenenada.

                                     Atroz/mente,
te adeudo una certeza:
mi cuerpo y yo no moriremos juntos.


AMAZONA

De un deseo a otro,
derramada
como un vino antiguo,
en la celebración de bodas
con lo anómalo,
                      soy
un cementerio en el que nadie yace
y en la noche, vigila.

Bello acechante, comprende:
he cabalgado un tigre,
atravesado el día sin abrigo,
bebido de lo extraño,
y vuelvo a casa
perversa mente niña


ELEGÍA

a Irma E. Alberti, i.m.

Riada  insumisa,
las plegarias y los días
destilan en el hueco
que dejaste,
                  madre mía,
mi lágrima,
mi otra voz.


LO QUE HAY

I

Lo que veo es lo que hay.
Ninguna veladura en la imagen.
Ninguna arista disimulada.

Alrededor, las voces
familiares no consuelan.
Alguien grita mi nombre.
Un vago sentimiento de haber pertenecido
me impulsa a contestar.
Ellos planean ir al campo.
                     Planean
sobre mí.


II

El tiempo hizo lo suyo.
Una bandada de caranchos
instala cierta nación de permanencia.

Lo que veo es lo que hay.
En el suelo, un anillo de ropa
enmarca, tenue, los pies.
Un haber levísimo,
para desprenderme.


III

Animales mansos, habitan la voz
de esa mujer que esparce
su ensalmo herida por la luz.

Lo que veo es lo que hay.
Giro apenas.
Por la ventana penetra lo alto,
esa nota de pura certidumbre.

Lo que hay.
Lo que veo cada día:
esta madura desnudez.



Selección de textos Jmp, de los libros: “Rasputín y otras obsesiones”, Libros del Zorzal, 2003, y “Lo que hay”, Ediciones del Dock, 2005.
Graciela Ester Zanini (Buenos Aires, 1948).-

Foto: GZ en FB.-

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