DEBO ESTUDIAR FRANCÉS
Olga Orozco preparó
un arrollado
bañado
en chocolate
y vino Miroslav,
que es cocinero,
a la hora del té.
También estaba yo,
poeta inédito
incapaz del
francés y el galicismo.
El rito comenzó con
la vajilla.
“Leeré en el futuro
las llaves del abismo
para saber qué
puertas nos tocarán en suerte.
Qué casas
cruzaremos, qué portal venturoso,
que llanto
inagotable hablará en las gargantas”.
No recuerdo el
pronóstico.
Pero sí su
paciencia,
la mágica infusión
de su voz poderosa.
Y el “estudie
francés” imperativo
que siempre descarté.
El domingo pasado
tuvimos otro encuentro.
Pero estaba en La
Pampa:
un museo de
infancia que ahora es Olga.
Ahí viven sus
libros (incluyéndome a mí),
y sus plantas, sus
piedras.
Y además Berenice
maúlla en tono bajo
profiriendo ladridos.
Ella se preocupó
por explicarme
(esta vez sin rodeos)
cómo la muerte
juega en los jardines
y los portones
crujen
cuando suenan
pavanas y milongas.
Y el llanto comenzó
como gotera,
y no quiso parar
hasta vaciarme
el poco mineral que
hay en mis huesos.
Olga me consoló con
galletitas y un pocillo de mate.
El llanto no cesó.
Aunque leo francés
no puedo hablarlo
y no puedo
nombrar
con esta boca
en este mundo
desde esta pena.
En:
“Las visitas de siempre”, El Suri Porfiado, 2014.-
Carlos
J. Aldazábal (Salta, Argentina, 1974).-
Foto:
Aldazábal en FB.
“Las
visitas de siempre” se presenta el 28 de octubre
en el Centro Cultural de la
Cooperación, sala Solidaridad, CABA.-
Bellísimo poema el de Carlos. Bellísimo diálogo homenaje a la portentosa de Olga Orozco.
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