LA BALDOSA
Una
baldosa en la vereda.
Con
un nombre.
Nombre
que alguna vez fue un cuerpo
tendido
en ese sitio. O en la calle.
O
donde no se vio.
¿Antes
no sucedía?
O
si ocurría
el
luto se llevaba en otra forma.
Pero
vino la noche
que
se trajo la muerte subrepticia,
la
muerte diferente.
Y
después otra gente que no supo
cuidar
un arma sin soltar los demonios.
Y
también la memoria.
Sin
la cautela de la despedida.
Sin
el silencio que la alimentara.
Una
memoria de decir el nombre,
de
hurgar la trampa, de vencer el miedo.
De
buscar la justicia.
Ahora
cuando
camino la ciudad me cruzo
con
algún dato expuesto,
fecha
y algún detalle solitario.
Una
baldosa.
No
es hora de callar pero acongoja.
AQUÍ ESTAMOS
Hay
distintas formas
de
que la poesía se quede entre nosotros.
A
veces basta con insistir.
Otras
veces necesitamos
que
la palabra nos siga, nos alcance, nos hable
de
aquello que debíamos volver a escuchar.
Pero
cada camino es individual
y
en algún momento lo supimos.
¿Por
qué entonces la escritura
sigue
siendo esa botella al mar que a veces vuelve
en
otras manos?
Una
pregunta apenas.
O
una respuesta que no encontramos nunca.
Escribir
no es más fácil que callar.
Pero
no sólo el silencio sabe compartirse.
Y
aquí estamos.
EL MOVIMIENTO
El
movimiento.
Más
que el retrato vivo,
la
apostura si cabe,
la
mirada y la voz: el movimiento.
Allí
es donde se nota la vejez.
Aun
no nos tiembla el paso
pero
es lento,
como
una duda enfrente
de
un cruce de caminos.
Los
escalones pesan, precavidos,
y
el pasamanos nunca se desecha.
El
movimiento
no
se atreve a soltarnos,
nos
ubica en el tiempo de la vida,
finalmente
nos deja.
Rafael Vásquez
(Buenos Aires, 1930).-
Foto:
Archivo de la talita dorada.-
ResponderEliminarAlegrón el mío al dar con estos tres poemas de Rafael Alberto Vásquez.
Abrazos a Rafael y José María.
RR
*
Abrazo grande, querido Rolando.
ResponderEliminarY muy buena la entrevista que le realizaste hace poco a Rafael.
jm