ALQUIMIA
DEL VERBO
A mí. La historia de una de mis locuras.
Desde tiempo atrás me vanagloriaba de poseer todos los paisajes imaginables, y
me parecían irrisorias todas las celebridades de la pintura y la poesía
modernas.
Gustaba de las pinturas idiotas, ornamentos de puertas, decorados, telas de saltimbanquis, enseñas, iluminadas estampas populares; la literatura pasada de moda, latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía , novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, pequeños libros de infancia, viejas óperas, estribillos bobos, ritmos ingenuos.
Soñaba cruzadas, viajes de descubrimiento sobre los que no existen relaciones,
repúblicas sin historia, guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres,
desplazamientos de razas y de continentes: creía en todos los encantamientos.
¡Inventaba el color de las vocales! —A negra, E blanca, I roja, O azul, U
verde.— Regía la forma, el movimiento de cada consonante, y , con ritmos
instintivos, me jactaba de inventar un verbo poético accesible, un día u otro,
a todos los sentidos. Reservaba la traducción.
Al comienzo fue un estudio. Escribía silencios, noches, anotaba lo
inexpresable. Fijaba vértigos.
Inicio
de “Una temporada en el infierno”. Abril-Agosto de 1873.-
Versión
de Oliverio Girondo y Enrique Molina.
Arthur
Rimbaud (1854-1891).
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