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miércoles, 27 de marzo de 2013

Abelardo Castillo, un gran talento es, en el fondo, una numerosa inutilidad para casi todo lo demás




Un gran talento es, en el fondo, una numerosa inutilidad para casi todo lo demás.


Oscar Wilde acaso redimió su vida con sólo La casa de las granadas, y dijo lo único que se puede decir sobre literatura: los libros no son buenos o malos, en el sentido moral. Están bien o mal escritos. 


Lo que hoy han descubierto los adolescentes que se sienten posmodernos –la teoría del carpe diem ya enunciada en un verso de Horacio hace dos milenios, dicho sea al pasar– nosotros también creímos haberlo inventado en esos años. La vida es siempre ahora. (...) En suma ya lo dije muchas veces, también con palabra ajena: Creíamos que el mundo era joven porque nosotros éramos jóvenes en el mundo.


Tal vez seas envidioso, rencoroso, un poco estúpido, avaro, mal amigo. No te preocupes. Un buen libro siempre es mejor que la persona que lo escribe


Se puede pensar con la cabeza o sobre un papel. Pero a pensar sobre un papel no lo llames escribir. Se llamar primer borrador.


Podrás beber, fumar o drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser un buen escritor. Eso sí, te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni haciendo el amor ni con la mano que te falta ni en mitad de un ataque de epilepsia o de locura. 



Lo mejor que se ha escrito sobre el cuento es lo que Edgar Poe escribió en su ensayo sobre Nathaniel Hawthorne. No pienso facilitarte las cosas reproduciéndolo. Tendrás que encontrarlo solo. Un escritor es un buscador de tesoros. Los descubre o no. Esa es la única diferencia entre la biblioteca de un escritor y el mueble del mismo nombre de las personas llamadas cultas. 



Lo que dice Borges sobre los sinónimos es verdad: no existen. “Can” no es lo mismo que “perro” ni la palabra “ramera” tiene la dignidad de la palabra “puta”. Pero yo te recomiendo un buen diccionario de sinónimos. Uno quiere escribir: "habló en voz baja". Como eso no le gusta lo reemplaza por "voz queda", que es espantoso. Hojea el diccionario de sinónimos al azar y en cualquier parte encuentra la palabra pálida. Entonces escribe: "habló con voz pálida", lo que está muy bien. 



Nunca adjetives en orden decreciente, nunca digas: "Era una montaña titánica, enorme, alta". Si no te das cuenta por qué, nadie puede ayudarte. Si adjetivaste en la dirección correcta tampoco te creas un gran estilista. Tal vez buscabas el último adjetivo y te olvidaste de borrar los otros dos. 



Podrás corregir tus textos o no corregirlos. Tolstoi escribió siete veces “Guerra y paz”; Stendhal terminó “La Cartuja de Parma” en cincuenta y dos días. El único problema es cómo se las arregla uno para ser Tolstoi o Stendhal. 




No intentes ser original ni llamar la atención. Para conseguir eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo a la calle. 



Si la palabra mercado te hace pensar "persa", quizá no seas muy original pero todavía estás a tiempo. Si la palabra mercado te hace pensar en la venta de tu libro, no insistas con la literatura. 



Cuidado con las computadoras. Todo se ve tan prolijo que parece bien escrito. 



Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así. 



En: “Ser escritor”, Editorial Perfil, 1997.

Abelardo Castillo (Buenos Aires, 27 de marzo de 1935).
Foto: AC, s/d. 

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