EL ELLA REAL
Decididamente sintomáticas y divididas mi mente y psique
por el límite producto de la involuntaria violencia
ordenadora que estructura y jerarquiza sin tenerme en
cuenta, y sin piedad ensueña y golpea, golpea y ensueña
al punto tal de dolorosamente situarme a luz plena
subalterno
indefenso frente al ella real y la pre-mujer, temporalmente
frágiles
ambas; desesperadamente amando no la totalidad sino mínimas
partes:
me refiero claro a ésta que no es no es: y no es: que canta
no cantando
cuando extiende y no extiende sus manos que no son manos y
las abre cerrándolas para despedirse sin irse ni haber
llegado
para luego finalmente lejana hacer las típicas señales del adiós
hasta que yo mucho más allá de lo inevitablemente preciso
incierto como la letra, como lo oscuro a los
ojos, vuelvo arrodillado
a la construcción escritural, a dar sentido a esta vida,
fundando un
territorio en el que comprensión y pregunta se desleen: como aquélla
que ni canta ni extiende ni cierra ni abre porque no hay ni
canto ni
llegada ni manos para las típicas señales del que puede partir:
han fundado una y otra dialógicamente dis-cordia en mi pobre corazón
SÝMBOLON
El último invierno, agosto, miércoles, 11 pm
ella partió, dejó, la ciudad, un pacto, el amor,
roto en el café de las siete: un símbolo
de la antigua Grecia: la hospitalidad
de sus ojos: la mitad de mi tristeza
En: “El ella real”, Hemisferio Derecho Ediciones,
2009.
Ignacio Uranga, Bahía Blanca, 1982.
Foto: FB.
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