Y ÉSTA ES LA HISTORIA...
Y ésta
es la historia: una charla de café que reduce
las distancias a puntos de vista y confusos mapas,
teléfonos, direcciones de hoteles baratos que algunas
noches huelen a casa, muelles recorridos muchas
veces de una punta a la otra, como quien repasa
los detalles de una despedida acordada hace años,
junto a otras aguas, entonces más inquietas pero
igualmente salpicadas de brillos fugaces, historias de
cajones de madera, peces muertos.
las distancias a puntos de vista y confusos mapas,
teléfonos, direcciones de hoteles baratos que algunas
noches huelen a casa, muelles recorridos muchas
veces de una punta a la otra, como quien repasa
los detalles de una despedida acordada hace años,
junto a otras aguas, entonces más inquietas pero
igualmente salpicadas de brillos fugaces, historias de
cajones de madera, peces muertos.
-¿Por aquí
avanzaba esa muchacha con los cabellos
húmedos en la mañana y era el único y luminoso
milagro de la noche?
húmedos en la mañana y era el único y luminoso
milagro de la noche?
-Sí, y fíjese
usted, con un cuenco de agua para el
sediento y caderas en pleamar.
sediento y caderas en pleamar.
-¿Y era el mar
esa mancha azul en el mapa que, aun
ajado, poco a poco se desplegaba entre gaviotas,
hornallas que ardían hasta la madrugada, sábanas
humedecidas y labios entreabiertos?
ajado, poco a poco se desplegaba entre gaviotas,
hornallas que ardían hasta la madrugada, sábanas
humedecidas y labios entreabiertos?
-Sí, el mismo,
como danzas alrededor de ese destello,
en realidad, barcos bamboleantes, inesperadas
travesías, gigantescas medusas, animales fantásticos,
bosques submarinos, cordilleras sumergidas, siempre
hacia el otro lado, yendo y viniendo, yendo y viniendo,
hacia el otro lado de su cuerpo, donde la noche
vuelve a ser vértigo y caída.
en realidad, barcos bamboleantes, inesperadas
travesías, gigantescas medusas, animales fantásticos,
bosques submarinos, cordilleras sumergidas, siempre
hacia el otro lado, yendo y viniendo, yendo y viniendo,
hacia el otro lado de su cuerpo, donde la noche
vuelve a ser vértigo y caída.
De: “Luces
que a lo lejos”, 1993.
Ediciones Colihue, 2008 (edición conjunta con “Apuntes”).
Alberto
Szpunberg, Buenos Aires, 1940.
Foto: AS,
archivo de la talita dorada.
Gran poeta, gran persona, gran poema. ¡Gracias! Jorge Ariel M.
ResponderEliminar