BUSTOS NO ES UN
CYBORG
Por Nicolás
Correa, poeta
Bustos no es un
cyborg.
Las redes se
despliegan en todos los sentidos. Es la forma en que se produce el proceso de
digestión: Bustos ha sufrido la poesía de otras generaciones, la ha leído, la
ha sentido en el cuerpo, la ha digerido y finalmente, felizmente, es capaz de
develar la forma en que la red se despliega.
La intertextualidad, sí, en ese caso la red se vuelve visible, pero no es lo único, porque la red es en su poesía, hacia adentro y hacia fuera. Va y viene, sufre la filiación al pasado, sufre la producción del presente. Constantemente pierde y recupera una memoria construida de tradiciones, de eventos continuos, de temporalidades, relaciones entre padres e hijos, digestión en proceso.
Bustos no es un
cyborg.
El poeta pone el
cuerpo en el ritual, le pone el cuerpo al peso de la red para que la sociedad
no perciba la densidad del proceso, y expone las variables hereditarias: padres
e hijos, padres versus hijos, padres o hijos.
Observación del
ritual: devorar otros textos, convertirlos en jirones de textos que son solo
visibilidad intertextual, porque la parte oscura queda en Bustos, los efectos
del rito son su poesía. Pero no está sólo.
El origen de
nuestra patria literatura, el devenir de nuestra patria literatura, los días
anteriores de que nuestra patria literatura salga de la pampa y sea trágica
nación: “… descansaré a la/ sombra de lo único que tiene la pampa/ y los
poetas medirán el impulso asesino…”[1] Lee en el código hereditario la
posibilidad de llevar la antorcha, de cargar con los muertos, pero tiene una
capacidad asesina.
Bustos no es un
cyborg, está lejos de ser una máquina.
Aleja la llama de
la memoria, la apaga y la prende funcional, luminaria de una poética que
mastica las herencias. Aquellos míticos personajes, no son ellos, sino visible
intertextualidad, son entidades vacías, “Aquiles es la furia/ el capricho,
luego la pena por Patroclo;/ pero Héctor se está despidiendo de su hijo, ahí,/
en algún lugar de su hermosa casa…” Hay un Aquiles, un Héctor, un
Astianacte, pero son otros. Robados de su patria, devueltos a otro espacio, y
es en ese lugar donde ya no son míticos, sino padre, hijo y enemigo, de carne y
hueso.
Gotas de crítica
común no es una máquina, es brujería. Y Bustos no es una máquina, las
máquinas no digieren, cumplen funciones, es brujo, curandero, hechicero. Es
capaz de pensar una patria poética.
[1] “El chancho muerto” en gotas
de crítica común. Emiliano Bustos, Libros de la talita dorada, City Bell, 2011.
En este poema, Bustos lleva a cabo el ritual: el sacrificio del chancho. El
valor de lo sagrado produce un nuevo simiente/ devenir. Las tripas son regadas
en la red, el peso de las vísceras no comestibles, Bustos devuelve a su lugar a
los poetas, exige rituales, exige una nueva forma de leer, de escribir, de
pensar la producción y no la reproducción del discurso, pero desde la
totalidad, contradictoria, sí. En palabras de Cornejo Polar, Bustos es el poeta
de la totalidad contradictoria, es por momentos, imposible de asirlo, aunque la
referencialidad sea visible. Bustos ejerce la brujería, se maneja a saltos en
el tiempo, desordena los hechos históricos, en otros momentos los mantiene
lineales o los vuelve cíclicos. Puede leer en el pasado el encantamiento de las
serpientes o la serie poética de otros que intentan detentar brujería.
Ficha técnica: Gotas
de crítica común / Emiliano Bustos /
Libros de la talita dorada. 2011 / Colección
Los detectives salvajes / 104 pág.
FUENTE: CULTURAMAS
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