CLICKS
MODERNOS O LA CALAMIDAD DEL CENTRALIZADO
A inicios
del siglo XX Guillaume Apollinaire deslumbró al mundo poético con sus
caligramas, e hizo que las palabras llovieran para formar la lluvia o danzaran
como una fuente entre distintas formas representadas. Hubo otros intentos
vanguardistas que combinaron las formas externas, diseño de letras, (también
utilizados por Apollinaire) espacios que indicaban silencios. Cada intento
acaparó la atención del momento para disiparse luego quedando quizás, entre las
formas más logradas, las del citado poeta francés.
El mundo
pasó de la piedra al papel, del lápiz a la máquina de escribir, hasta llegar a
la PC, tan útil como inquietante, con sus particularidades para organizar el
trabajo y corregir errores de ortografías que hubiesen maravillado a Vélez Sarsfield,
pero entre su parafernalia técnica está el famoso Word, como mayor exponente
entre los llamados procesadores de texto y una posibilidad insospechadamente
peligrosa: el centralizado.
Tratándose
de la poesía de hoy y admitiendo que el verso libre es el que mayor atención
ocupa, considerando que este forma, más ardua que las formas cerradas según
Borges, exige cierta técnica, cierta atención a la respiración, cierto
obligación para el oído, qué tenemos entonces si esta exposición en la página
que nos permitirá llevarla del silencio a la voz (todo poema que se precie debe
ser leído en voz alta, también nos decía Borges) es expuesta en verso
centralizado. Posiblemente una gran confusión, ya que el mismo nos está
mostrando una prolija imagen, un dibujito lindo, pero probablemente nada más.
He
observado que la mayoría de los poemas expuestos en verso centralizado no son
leídos tal como son volcados a la página, paso a un ejemplo: el poema dibuja su
hermosa paloma de palabras y uno de los versos es: “de”, el que le sigue tiene
no menos de dieciséis sonidos, es obvio que al leerlo su autor incorpora el
“de” al verso posterior, o al verso anterior, de esta forma la lectura no se
corresponde a lo escrito, el corte de verso pierde absolutamente el sentido,
podemos decirlo de otra forma: la distribución en la página es falsa. Además
uno se pregunta escribiendo desde el margen izquierdo ¿a quién se le ocurriría
escribir un verso como: “de”?; es decir, sólo su ubicación dentro del dibujito
del centralizado lo salva, a medias, de la catástrofe. De esta forma se
advierte que, mayormente, no se trata de una escritura natural, versos que
nacen del margen izquierdo y luego son sometidos a la operación que mecánicamente
desarrolla el ordenador de textos, sino que ya al escribir, quizás directamente
sobre la PC, se presupone que el resultado será el verso centralizado
perdiendo, de esta forma, toda significación el tamaño y el corte de los
versos, o bien, un poema que quizás fue escrito con coherencia rítmica, al
centralizarse, su dibujo no conforma y se introducen cambios para mejorarlo, al
dibujo, claro está, nunca al poema.
Otra
observación que hacer, la costumbre se ha extendido como una marea, sino como
un tsunami, y hay publicaciones que impiadosamente transforman todo lo que
tocan en verso centralizado, y el pobre y esforzado poeta, que quién sabe
cuantas disquisiciones debió atravesar para que su poema sea digno de un
sonido, de pronto, encuentra su trabajo convertido en un nido de loros.
Con
respecto al corte de verso, y a todo el verso libre en general, hay un trabajo
muy completo realizado por la poeta y catedrática norteamericana Denise
Levertov, existe una traducción al castellano del mismo hecha por Patricia
Gola,(1), entre los ejemplos, obviamente los poemas están en Inglés, se
encuentran estos versos de su compatriota William Carlos Williams:
“They taste good to her.
They taste good
to her. They taste
good to her.
Nos dice
Levertov: “Primero se construye la afirmación; luego la palabra good es (sin
el énfasis torpe y exagerado que daría un cambio de tipografía) trasladada, por
un instante, al centro de nuestra (y su) atención; luego se le da a la palabra
taste una prominencia momentánea similar, con good sonando en una nueva nota,
reafirmada –de modo tal que tenemos primero el reconocimiento general de la
satisfacción, luego la intensificación de esa sensación, más tarde su
voluptuosa localización en el sentido del gusto. Y todo esto es presentado por
medio de los tonos indicados, es decir, por la melodía y no sólo por el ritmo.”
Está claro que todas estas consideraciones no son tenidas en cuenta ante la
“técnica” del centralizado, y aún considerando que los versos aquí expuestos
son de longitud pareja, el intento de centralizado ya produciría cierta pérdida
del efecto buscado.
En cuanto
a la longitud de los versos, ni hablar, he observado que los mejores dibujitos
se fabrican intercalando versos largos y cortos, peligrosa forma de escribir si
es que vamos a leerlos en voz alta (a esta altura uno supone que esta operación
nunca se presume) ya que su lectura produce un efecto artificial, sino, como
decíamos, la lectura falsifica la posición que realmente tienen los versos en
la página y se aproxima más a la forma en que deberían haberse escrito. Nos
dice también Levertov “La ruptura del verso es una forma de puntuación que
forma parte de la lógica de los pensamientos”.
Claro
está que el verso centralizado sólo busca la lógica de dar prolijidad y está más
acorde con la gráfica que con la respiración. También debería decirse que en
muchísimos casos puede ocultar un poema deficiente y/o aún no terminado bajo
esta supuesta “prolijidad”, pero el engaño no resiste una buena lectura.
También
habría que agregar que la lectura del verso que nace del margen izquierdo y se
corta en el derecho exige un movimiento en la lectura el cual precisamente
origina esa puntuación de la que hablaba Levertov al tener que volver la vista
sobre el margen izquierdo al terminar cada verso. Se ha utilizado mucho los
espacios, sangrías y demás para indicar silencios, esto se puede admirar en la
última poesía de Juan L. Ortiz, en aquellos poemas que parecían deshacerse en
signos de pregunta, dando una sensación de fragilidad e imposibilidad del
lenguaje para abarcar el significado final, esto no tiene mucho que ver con esa
tiranía del “word” que se adueña de los espacios y ritmos y por lo tanto de los
significados.
Y ya que
dijimos, ritmo, insistimos con el tema, la lectura mental y lo que pareciese
ser una nueva operación, la lectura sobre la pantalla de la computadora, esta
hace que la mente opere como un espejo y lo que se lee ya no pertenezca al
sonido sino a ese espacio virtual que quién sabe qué es y significa, pero la
poesía es ante todo eso: sonido, más allá de las discusiones que se puedan
generar entre los cultores del verso medido y verso libre, un Withman o un
Manuel J Castilla (entre los nuestros, que dominó ambas técnicas) sólo se puede
disfrutar si se los “oye”, esas extensísimas enumeraciones de Withman que
pueden aburrir si uno no representa su voz, la torrencialidad de los “cantos
del gozante” del poeta salteño exigen ser leídos en voz alta.
Para
terminar, otra vez Denise Levertov desde el mismo trabajo mencionado “El exceso
de subjetividad en la elaboración de las decisiones estructurales en las formas
abiertas es un problema solo cuando el escritor tiene un inadecuado sentido de
la forma” demás esta decir que, subjetividad, elaboración, decisiones
estructurales, todo parece haberse dejado, en el caso del verso centralizado,
en manos de ese producto, el word, que todo nos resuelve y transforma lo
profundo en divertido.
Roberto Daniel Malatesta,
Santa Fe, 1961. Poeta.
(1)
Dos ensayos sobre el verso libre,
Denise Levertov, traducción de Patricia Gola.
Diario de Poesía Nº
25.
Foto: Jmp, 33 papelitos y una mora occidental,
publicado en suplemento Letras
del Diario Diagonales, La Plata, 2011.