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jueves, 27 de agosto de 2009
Delfina Goldaracena – Siempre que te sientes a leer es el principio de una nueva vida
LA VIDA PASA ALUMBRANDO EL SOL…
La vida pasa alumbrando el sol
conquistando las aguas grises
y sin que la luz roja atrape tus sentimientos
Siempre que te sientes a leer es el principio de una nueva vida
a papá, 7/5/2000
ALBORES DE LA BLANCURA
Convertirse en pájaro
el día que te sentí
absuelto
SILENCIO
El pincel se desliza sobre la mancha
la ventana cae
las memorias vuelven
las mentiras
caen sobre los charcos de las alas de un ave
El público aplaude
Silencio
¿Acaso piensas
recostarte en el agua?
LA CALVA NOCHE…
La calva noche
el día luminoso
un cuarto sin alas
un beso sin boca
un beso fuerte de amor
Madre ¿dónde está el día de la noche calva?
VIENTO
El viento volaba
en aquellas rocas se oía
el viento era fuerte, astuto, rencoroso
y con forma de caballo cansado por tinta roja.
ENTONCES NO ES EL GUSTO EL QUE GANA…
Entonces no es el gusto el que gana
sino un barco en otro barco más grande
si las aguas se enfurecen por el humo
o los peces deciden atacar y pescarnos, para la cena
17/6/2000
ALGUIEN ESPERA…
Alguien espera
en el final
Que no entiendan
el idioma del amor
y le teman
a lo desconocido
con uno
disuelto
entre las
sombras
Nadie escucha
nadie quiere entender
En: “Tiempo efímero”, 2007.
Delfina Goldaracena nació el 21 de septiembre de 1990. Murió, a los 16 años, el 8 de octubre de 2006. En el prólogo a “Tiempo efímero” escribe Leopoldo Castilla:
“Cuando la conocí Delfina Goldaracena miraba y sonreía como si recién hubiera aparecido. Donde ella estaba era como si se hubiera abierto de golpe una ventana, un espacio sorprendido. Y es que su criatura era pura luz inteligente.
Desde muy niña escribía poemas asombrados y asombrosos. A los seis años decía: “Las flores que gritan el silencio / como los árboles que tiran / los gritos al silencio”.
Los poemas que aquí van a leer son todos los que escribió en su vida. Murió a los dieciséis años en un accidente de tránsito junto a otros adolescentes que venían del Chaco, de una escuelita donde compartieron los dones de la tierra. Cuatro años antes la muerte la buscó en la nieve. Pero no pudo verla. Delfina tenía demasiada claridad.
Ella sabía de esa acechanza cuando escribió: “Cuando quise / prender mi /luz negra / ya no existía / ya no era la de antes y / ahora soy el árbol”. Y en muchos versos más. Y es que lo oscuro engendra tanto como quiere exterminar el prodigio.
Su biología entera era la poesía. Tal vez por eso tuvo la extensión pequeña y la duración inolvidable que tiene una canción.
De Juan, su padre, había heredado la emoción por los campos y los caminos. De su madre, Cristina Domenech, poeta también, el ardor por las palabras.
No le dio tiempo el tiempo a salir del misterio de ellas. Recién venida del caos ardió dentro de su enigma, hechizada. Y se fue naciendo.
Aquí quedan fragmentos de esa insolación maravillosa. Un iluminado arrebato al sueño del mundo.
Ha muerto una niña poeta. Nos dejó tristes. Nos dejó cantando.”
Buenas tardes (digo por mi ventana) quería preguntarte si hay alguna manera de conseguír el libro por internet. En las dos pequeñas librerias de acá, Rio Grande, Tierra del Fuego, no se consigue.
ResponderEliminarHola Cristal:
ResponderEliminarLa verdad es que no sé si el libro está distribuido, yo lo recibí por correo hace un tiempo. Pero te paso un mail, seguro que Cristina Domenech (la mamá de Delfina) te lo puede enviar, un beso,
tiempoef@gmail.com
"...leer es el principio de una nueva vida", hermoso
bellos poemas, Jose María
ResponderEliminarGracias, José. Hermoso tu blog que ya está en A.
ResponderEliminarCuando hace unos años me enteraba azorado de lo ocurrido a Delfina, no pude menos que recordar la ocasión en que por esas cosas de la poesía, compartimos una antología, " Poesía en el subte", así como también las veces que leía y releía su poemita "La luz del teatro", como incentivo a mis alumnos de taller. Una poeta ciertamente, intacta en su semilla.
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