a un amor de primavera,
que anda dando vueltas...
que anda dando vueltas....
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número 02, agosto de 2008
EpA!
Acerca de Versos aparecidos de Carlos Aiub
Por Alberto Szpunberg *
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No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es rebelión. Aún la poesía más estructurada y “canónica”, aunque más no sea como una demostración por el absurdo, huele a rebelión. Sí, señores, ningún poder se siente tranquilo con la poesía, simplemente porque toda poesía, como mínimo, es alteración del orden. Del orden del discurso, del orden domesticado de las palabras, del orden del sentido común, que siempre es la ideología dominante y nunca es ninguno de los cinco sentidos, que son muchos más que cinco, siempre infinitamente más. ¿Qué dirigente de turno, de izquierda o de derecha –sí, también de izquierda– puede confiar en la seriedad de alguien que, en el peor de los casos, contando torpemente las sílabas con los dedos, habla, por ejemplo, en endecasílabos? ¿Qué comandante de izquierda o de derecha –sí, compañeros, también de izquierda– puede fiarse de alguien, un tal Carlos Aiub por ejemplo, que, en un cuaderno anillado, tiene la osadía de escribir: “la nada o un silencio total / algo que te reclama sin saber de dónde”? ¿Cómo sentirse tranquilo con alguien que, en plena represión, en plena caza del hombre, en pleno degolladero, en pleno desgarramiento de la carne y el cielo, en pleno aullido, escribe: “enjambre de estrellas colgadas como pueden”, para colmo, vaya insensatez, en un cuaderno anillado marca “Éxito”? Si lo hubieran intuido los militares, habrían sabido que, aunque triunfasen, su destino era le derrota... Pero los militares no intuyen; matan. Y esa es la ventaja de la poesía, que siempre vive y da de vivir. Nada que ver con el/lo uniforme...
2
No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es luz, fuego que ilumina y entibia, dador de cobijo y alimento para los nómades, como lo son los poetas, que conjugan con un mismo verbo el ser y el estar. Como brasas, las palabras se arriman unas a otras, juegan a que son sustantivos, adjetivos, hasta onomatopeyas, y se amontonan, se amontoneran, se arriman, riman, y es un querer decir o un simple suspiro el que hace saltar la chispa y después, ya lo sabemos, es todo como si ardiese, rescoldos rojizos bajo el entrecano de las cenizas, lenguas de fuego agazapadas, dispuestas a bailotear, a la espera de nuevas palabras, sustantivos, adjetivos, hasta onomatopeyas, incluso esas que son puro silencio, hasta lograr decir lo que dicen, lo que siempre ardientes logran. Claro, ahora se entiende: ¿Qué mejor escondite –“berretín”, se decía entonces, compañeros– que un cuaderno anillado marca “Éxito” para ocultar tanto incendio? Ni el más experto coronel contrainsurgente hubiese sospechado jamás que el Plan Cóndor sería incapaz de desbaratar tanto ingenio. Si lo del Conde Lucanor fuese cierto, cosa que nadie duda, Carlos Aiub sería el pastorcito: “El rey está desnudo” o, mejor dicho: “Fue por vez primera esa mañana / en que alborozado vi caer un manojo de hojas / y comprobé en la calle / y presentí en el aire / y descifré en el apretujado canto de las aves / un reclamo de otoño esa mañana / o fue un reclamo simplemente / mezclándose la naturaleza de las cosas con mis ganas”.
3
No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es siempre aparición, en el sentido de que la verdad es siempre descubrimiento. Como la de los pañuelos blancos: aparición con vida. Leo: “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Alguien, por primera vez en mi vida, que es toda la vida que poseo y me posee, alguien dice: “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Muchas veces, yo, yo y muchos más que yo –acaso nosotros– dijeron: “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Carlos Aiub, que fue quien lo dijo y aún lo dice, me/nos enseña a hablar, a desnudar/desanudar las palabras. Como si dijese que empecemos de nuevo eso de que “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. ¿Carlos Aiub? El 10 de junio de 1977, Carlos Aiub fue desaparecido por un grupo de tareas de la dictadura, o sea, tan borrado de la existencia como de la inexistencia. Sin embargo, ¿cómo es que Carlos Aiub dice lo que dice? Acaso no fue él, sino otro Carlos Aiub, porque es propio de poetas ser otros, otros que dicen, por ejemplo: “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Río subterráneo, la poesía aflora a borbotones, de entre las grietas de la sequía, de entre las ruinas de la derrota, de entre los resquicios en que se resquebraja toda losa, todo cemento, todo poder, todo discurso. No, no creo que fue Carlos Aiub quien dijo “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Sí, fue él pero él que era otro, somos nosotros que somos ineludiblemente otros, fue el interlocutor de ese diálogo que es hasta el más solitario de los monólogos, fue el intérprete de una multitud de otros, o como se diga: de una época, de un tiempo, de una generación, de una “tristeza” que es la de siempre, de “una niña vestida de otoño” que también se llama Bea, de un “encuentro común aunque no la busco”... ¿Cómo se concilia un “encuentro”, para colmo “común”, con “que no la busco”? El genocida, que no tembló al perpetrar el crimen, ahora tiembla: el 10 de junio de 1977, Carlos Aiub desapareció para reaparecer: “la tristeza es una figura de humo / muy cierta por cierto / la tristeza es una niña vestida de otoño / un encuentro común aunque no la busco...”. Nada permanece impune: tampoco la frustrada desaparición de Carlos Aiub. ¿Un poeta? ¿Un subversivo? ¿Un militante? ¿Un cualquiera de nosotros, nosotros otros, otros Carlos Aiub?
4
No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es siempre “cada una de las formas aún difíciles de la libertad y la ternura”. Lo dice Carlos Aiub. Lo escribe. Y a mí me gusta leer lo que dice en la reproducción facsimilar de las páginas manuscritas de su cuaderno anillado marca “Éxito”. Quizá porque la letra de molde tiene pretensiones de eternidad. La otra letra, la bien llamada de puño y letra, en cambio, registra el temblor de una mano que dibuja, sobre las hojas en blanco de un cuaderno anillado marca “Éxito”, lo que los labios aún murmuran, a medias entre la música y el lenguaje o, más propiamente, como el eco de una voz que apenas se desprende del silencio, pero que ya no puede callar ni ser acallada. La letra manuscrita de Carlos Aiub brota del renglón como los hilos de pasto brotan de la tierra, ligeramente inclinados hacia la izquierda, como si un aire fresco y promisorio los empujara desde los Andes hacia el mar, sin llegar a enmarañarlos nunca. ¿Crece así ahora el pasto de la línea de sus huesos? ¿Algún pasto en algún lugar donde sus algunos huesos, como su poesía, alimentan la tierra y le dan a la vida de brotar? Como puñaditos de tierra arrojados sobre la página del cuaderno anillado marca “Éxito”, hay dos palabras tachadas. Luego el texto sigue: “el asombro”. En ese momento, algo le dijo a Carlos Aiub que ante el asombro, otras palabras sobraban. Y el poema termina: “para alcanzar el encuentro y el asombro / para no perderlos nunca”. De eso se trata.
5
No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es siempre la palabra en su estado de mayor apertura: parafraseando al mandamiento, el poeta habla al prójimo como a sí mismo. Los poemas de Carlos Aiub no hablan, sino que nos hablan, y leerlos es escuchar a alguien que nos habla. Por ejemplo:
– ¿Más allá del tiempo?
– “Digo de antes de cuando recién me asomé apenas llegado de ahora”...
_ ¿Más allá del miedo?
– “Te cuento de las flores aquellas que decidimos un día cuidar juntos / y tengo miedo de no verlas”...
– ¿Y la muerte?
– “Cuando llegue la muerte y te tome desear estar en otra cosa / que te tome y no temer / como forma de escaparte lejos por un rato”...
– ¿Y la vida?
– “Y te aferrás a la vida con todo /porque querés vivir simplemente para ver cuando al final la vida viva”...
– ¿Y el dolor, Carlos, y el dolor?
– “El nuevo dolor lo pensás más tarde”...
– ¿Y la poesía?
– “Sentarse a escribir y pensar en algo / en muchos algos a la vez”...
– ¿Y el futuro, Carlos?
– “Una noche de verano cualquiera / lenta con los ruidos que vienen de la calle fresca”...
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No sé por qué, aunque lo intuyo, la poesía es siempre. Como los Versos aparecidos de Carlos Aiub. ¿Carlos Aiub? Sí, ahora y siempre. ee
El Masnou, 25 de septiembre de 2007.