miércoles, 27 de febrero de 2013

Luis Piraña Salinas, compañera



COMPAÑERA

Con los brazos abiertos nos despedimos,
los brazos abiertos y enredados.
En cuerdas de acero, enredados,
los brazos abiertos y los ojos quietos.

No pudiste callarte en mi silencio,
no supe atarme a tus manos,
no alcancé a decirte no me esperes,
ni a saber que me decías hasta pronto.

Pero pude, sí, crecerme de a poco,
en lo blando de tu luna en creciente.
Siempre estuve abrazándote de adentro,
más maduro cada mes y menos roto.

Compañera,
nos hicimos uno al otro
en la dulce celda oscura de tu vientre.

Nos encontramos con los brazos prolongados,
tus muñecas maniatadas con las mías,
en los lazos diminutos de las manos,
nueve meses de encarnada rebeldía.

Compañera,
nos hicimos uno al otro
en la dulce celda oscura de tu vientre.


Letra: Luis Piraña Salinas (escrita en una celda de la U-9 de La Plata 
-donde Luis estuvo encarcelado entre 1976 y 1982-.
Música: Adrián Goizueta.

Luis Salinas (San Fernando, 28 de julio de 1954 – Buenos Aires, 8 de octubre de 2007). Periodista, escritor, militante revolucionario.
Foto: del blog Pájaro Rojo, de Juan Salinas, hermano de Luis.

lunes, 25 de febrero de 2013

Zulma Liliana Sosa, en medio de la siesta





CURIYÚ

Se le cayó la cara en medio de la siesta; fue vara, látigo, golpe; paliza aun en la distancia. En el telegrama las palabras parecían jesucristos tatuados de seguir sangrando. Ansiando algo más que silencio, empezó a huir enredada en la casa, por las ventanas que siempre la miraron de una manera rara, todas con las bocas abiertas, cargadas de sonidos de pájaros agitados. En su piel, ardían espacios reducidos. Más abajo, dos pechos y las restantes estructuras, con esa delegación eterna de provincia, en su matorral de pelo negro, lacio, que instintivo, la abrazó y la amarró al suelo.

–Vuelva–, decía abuela Rosario– se va a casar. Entonces y hasta el final de sus días, entró en la penumbra. Para después, se le secaron los ojos y sus formas de gato se llenaron de requisitos silenciosos, en esa evidencia insólita de insectos en la boca, sellándola como cuando llegó a Buenos Aires, con una flor que aunque marchita por el largo viaje, era un manifiesto libertario prendido en el cuerpo. Así la distinguió el patrón –de las otras chicas que venían a servir, en casa de familia distinguidas– y allí la devolvió.

La estación Retiro, llena de brumas, llena de llena, se movía como si no estuviera fija. Ella era una losa negra, inmóvil, conmovida de cosas nuevas que empezaban a morirse ahora, en ese cuerpecito perpetuo y disponible, tan obediente.

–Chau María– dijo el señor ese; el ingeniero que alguna vez había solicitado al Escribidor de la Estación de Villa Mercedes, una chica de buenos modales y que al menos supiera leer y escribir.
– Chau María– y le entregó cosas de comer y la entregó al tren en la puerta de sus costillas, hacia ese olor de hembra sombría y la evidencia de que solo tendría ejercicio de sexo con los bichos y la mirada atenta de los cocodrilos.¿Dónde rueda la costurerita aquella que había aprendido a coser? Al olor del laurel; al transportador de caballos oscuros; a padre y madre que solo hablaban con plantas imaginarias, en el gris emergido de la casa aquella, pobre como los bichos de luz.
Balbuceante de inmensidad, Juan la esperaba. Se lo presentaron y las dos familias iban y venían y los hermanitos –vestidos por ella, con la plata que ella mandaba– corrían, gritaban y gloriosos y temibles acabaron subiendo de un salto a la higuera. Debajo de la parra fue la ceremonia.

Más próximo al humo terrestre y después del largo viaje, donde quien sería madre, lloraba y lloraba y lloró tanto que inundó las arterias y quedó nadando dentro de su mismo cuerpo, como un increíble experimento, que incluían el cielo y la caída, entre tanta agua voló de figura en figura, mientras sucedió el hecho, primero desde el codo hasta el hombro y después por todo ese compuesto humano que sólo supo que los árboles están fijos y que una flecha de metal, acabó hiriendo sus pastos amarillos.

A los nueve meses y en la tarde del verano de la crispación, nació la criatura. Bajo estrellas de mármol, Juan –que ya era Teniente–, celebraba la espalda húmeda de la niña, el siglo de adelante de la niña, las uñas de caricia de la niña. Bajo la luna, con asociaciones turbulentas, los Diablos relamiendo indiaje, emergían sobre el Río Bermejo.
Nueve meses después se estrelló su torre de perfume tan especial, cuando tan distraídamente, en ese catrecito de cuero, que mucho hablaría después de la tormenta, se la fue tragando Curiyú, tan enamorada de la niña, tan para su boca, desbocada la boca de la boa esa, mientras la tragaba con amor y carne y por los nombres de la piel, el cielo estaba en alguna parte, lejos de Ibarreta, sobre el lomo de la tierra que temblaba, sin ninguna novedad y con esa máscara acosada que llamaban cara.


De: "Agua ardiente" 2013. Tomado de FB, al igual que la imagen de cabecera.
Zulma Liliana Sosa (Formosa, 1946). Poeta.

Andrés Alvarado, otoño en cinco contemplaciones




OTOÑO EN CINCO CONTEMPLACIONES

i

hojas
derramadas al sol
bajo la lluvia

el niño intenta asirlas

en cada palabra
en cada misterio.


ii

los ojos decían cosas
quizá las sombras
de un lugar.

miraban por la ventana
miraron caer la tarde.

baldío de miradas

la tierra insustancia.


iii

colores huyendo del azar
cielo manchado de silencio.

algún paisaje.


iv

la mirada tajeó la madrugada
y con los ojos
de nuevo en su lugar

susurró el
atardecer.


v

entonces los ojos dijeron dos cosas:

¿hojas? –dijo el primero.
¡sueños! –dijo el segundo.

y todo siguió un curso
de cosas.


En: “El día de la lluvia”, Ediciones Ruinas Circulares, 2012.
Andrés Alvarado (Buenos Aires, 15 de mayo de 1982).
Foto: AA en FB.

Andrés Alvarado, no podría pensarte




II

a Jorge Alvarado, en memoria.

no podría pensarte
sin pensar mi cuerpo.

no podría andar la noche
sin doler tu lluvia.

*

es posible verte todavía?

*

en cada silencio
resisten recuerdos

jamás acaba uno de morir.


III

a Nilda

Papá y Tío han muerto hace rato
o hace apenas pocos días?

negra noche de espectros.

viste la estrella?
el cuerpo acurrucado?

ves de noche
el sol alternado?

*

comprendo eso del cielo
los ojos.

las uñas huyeron
sin carta ni caricia
ni vela que no apague
ni adiós.

y ahora sucias
las manos
arrugadas
las tuyas

y con miedos
y violencias
y sentencias
y olvidos.

qué nos queda?
mas que fotos
y estampitas
y la virgen
y estas
manos?

*

adiós

te dejo la palabra
rumores de la lluvia
la batalla.

te dejo la voz
madre cielo
llanto

mis preguntas

el silencio.

Andrés Alvarado (Buenos Aires, 15 de mayo de 1982).

En: “El día de la lluvia”, Ediciones Ruinas Circulares, 2012.
Foto: AA en FB.

jueves, 21 de febrero de 2013

Rafael Vásquez, a Miguel Ángel Páez



LEJOS

a Miguel Ángel Páez

En los sesenta nos juntó la ciudad y la poesía
cuando la noche sabía estirarse inútilmente
y los compañeros reconocían la vida
que todavía era joven.
Aquel comienzo no fue bueno pero uno
aprende a perdonarse.
Después
muchos soles pasaron
mucha pena también para el país
y tu exilio se volvió definitivo.
Guardián de los gatos y sus nombres
y también de tus versos
tu poesía nunca aprendió a refugiarse en un libro,
sólo revistas y papeles sueltos.
Aquellos tangos nobles y sentimentales
con la escritura de tu vieja máquina
nos perseguirán hasta el olvido.
Uccle es un antiguo barrio de Bruselas
donde la ceremonia del fuego y las cenizas
te despidió de todo.



El querido Rafael me envía su poema, por esas cosas de vaya uno a saber por qué, recién ahora lo encuentro. Me permito, es un atrevimiento, a hacer público el correo de Rafael y su poema en memoria de Miguel Ángel Páez, poeta.

“Querido José María: Como para completar aquel viejo y valioso informe sobre barrilete que nutrió tu aromito de enero de 2009 quiero contarte que el 9 de junio murió en Bruselas Miguel Ángel Páez, después de perder una larga lucha contra el cáncer.
No estuvo tanto en el grupo pero fue un poeta valioso. Yo te mandé aquella vez una noticia brevísima, que por su parte amplió Ana Fernández, mi primera mujer, que fue luego muchos años su compañera en Buenos Aires y en Bruselas. No recuerdo si llegué a darte algunos poemas de él. Te trascribo ahora lo que sería su breve curriculum actual.

MIGUEL ÁNGEL PÁEZ: Nació en 1937 en San Luis. Desde 1941 vivió en la ciudad de Buenos Aires hasta 1979, cuando debió exiliarse a la ciudad de Bruselas (Bélgica), donde murió el 9 de junio de 2012.
Integró el grupo-taller de la revista Barrilete, en la década del ’60.
Poemas suyos fueron publicados en Informe sobre la esperanza (Editorial El Barrilete, octubre de 1963), revista Zona de la poesía americana (Año II, No. 4, noviembre de 1964),  revista Madrigal (Año 1, Nº 2, marzo/abril de 1975) y  en la Antología de la Poesía Argentina de Raúl Gustavo Aguirre (Edición Librerías Fausto, to. III, 1979). En la Colección Vigilia publicó una plaqueta con cinco poemas, La línea general (setiembre de 1967). Otras ediciones parciales posteriores en Bruselas.
No llegó a publicar libro. Tituló a su obra inédita “Tangos nobles y sentimentales”.

Va también un poema mío demasiado reciente, lo que significa que puede admitir modificaciones. No te pido que lo publiques, por el mismo motivo y porque sabés que no me gusta el autobombo. Hacé lo que te parezca. Sigo agradeciéndote tus correos y tu aromito. Un abrazo. Rafael. 18.06-2012”

MIGUEL ÁNGEL PÁEZ en AROMITO.

Ignacio Uranga, si aceptara la palabra al menos



(ramalaje, fragmento)


si aceptara la palabra al menos con cierta ingenuidad:
no era nuestro ese trance: es la propia ineficiencia del
sonido humano: de efusiones líricas al dodecafonismo:
la serie madre o fundamental en el decir y de respuesta
su reverso: el zarpazo animal fue lo que restaba: hundir
la voz sobre la piel y que dé que sentir el trazo: hubo un
estampido y turbulencias: entonces colisiones de lo que
cada uno entendía como neutro: elucubraciones asistidas
no sé si desde adentro o de afuera: eran estímulos dando
cauce a la forma de supuestas materialidades exteriores
que tendrían orden y lugares habituales, tan abarcativas
que uno mismo, pareciera, se encuentra en ellas alojado:
no más que eso: colaborando con detalles el afuera en
la intimidad de cada uno: pero la mirada es un momento
transitorio: la idea no afuera sino adentro hecha objeto:
como a la deriva ha ido distanciándose: se derramaba
imprevisible: llegan ráfagas intensas que desmontan lo
permeable: si pudiera verla sin aditamentos: pero impide
objetivar esta zona de clivaje: es que está honestamente
hecha también de mí: como arrasándome en fragmentos
voy quedando atrás: fue quizá gradual el movimiento, pero
sólo pude verlo repentino: el discurso de la puerta fuerte
contra el marco, los vidrios estallados sobre el suelo, y el
mensaje casi unívoco en esa agua lenta que cae de los ojos

.


esta tarde en la avenida, sobre el carril al centro
vos, de coche a coche el cruce, a la periferia yo
con destellos de baliza y alertando, próximo a
detenerme, de compañía sólo treinta frascos para
el sistema inmunológico: una síntesis concreta
esta escena: a contramano el encuentro, atentos
al posible golpe con los otros: era ese el riesgo:
expuesto a media calle, leyendo en el retrovisor
la chapa: después de cuatro meses frente al mar
sobre la arena, es sólo error de entendimiento
creerte de regreso: número privado: convencido
de uno más de tus impulsos, que en primera y de
presente indicativo dirá querer, pero quizá también
amar: y fue buscar en mismo modo y tiempo haber:
un hilo de aire ya el decir desde la clínica: un gemido
animal su lengua: rompía el cáncer también la voz:

.


cinco del cuatro, veintitrés cincuenta y nueve: no debería
haberlo fechado: es que fuimos no hace mucho ahí, no sé
si fue o parecimos: algo como paz en colores sobre lienzo
ese entre vacío y pleno afuera diario: de súbito entonces, sin
mediaciones, en caída eran rígidos fragmentos: llega tu voz
después de un año en una carta, como si el último diciembre
jamás hubiese sido: pero eran fulgores de corte psicotrópico:
como aspas girando lo real, sobre el anverso de mis párpados
para tu ojo con su iris abrasivo, viniendo a completar tu rostro:
el asedio de tu imagen, no con intenciones de quedarse, sino
reafirmando que no está: quedaremos en esto hasta borrarnos:
por este abracelaje, este resplandor sin bruma, es que decido
enérgicamente ignorar la respuesta a la carta que no enviaste:
Bahía Blanca, seis de abril de dos mil seis, querida Caroline

.


se hace a la mar, esta Caroline, como río
que da al morir: y, como río, también da
con metástasis, este cáncer a la mar: agua
será y polvo, mas agua y polvo enamorados

.

una cuestión espacio-temporal fue el problema:
treinta segundos a los veinte milímetros donde
decía irse al mar: la veo ahora desde lejos: este
cerca repentino deja claro que hay un punto en
que todo se termina: ni a distancia se pudo nuestro
encuentro: diversa, delirada y trópica era otra
ya era otra: una suerte de circularidad como en
signos de autoimplicación o bien mise en abyme
(Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat,
Hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère!)
estas últimas palabras: eso que éramos al parecer
o parecíamos, hoy estuvo, sí, dividido por aquello
como un portazo, como un golpearse fuerte de
la puerta: siquiera parecer pudimos: sigue pareciendo
una puerta, y está el espacio clausurado



En: “a-letheia / ramalaje”, Ediciones en Danza, 2012. Selección: jmp.
Ignacio Uranga (Bahía Blanca, 1982).
Foto: IU en FB.

Jorge Boccanera, el hombre que saca la cabeza del agua




ALEJANDRA PIZARNIK ABRE SU CUADERNO DE APUNTES
A Jorge Arturo

El hombre que saca la cabeza del agua,
         es un pez y se asfixia.
El pez que mete la cabeza en el agua,
         es un hombre y se ahoga.

El poeta escribe en la línea del agua,
                     y se asfixia,
                     y se ahoga.




SILVIA PLATH LAVA UNA TAZA, SECA UNA TAZA, ROMPE UNA TAZA

Qué cabeza la mía,
dejé una frase suelta y una rosa en el horno.
Cotidianos trajines, calores, taquicardia,
y un almohadón de plumas
con un lápiz labial justo en el centro.

Qué cabeza la mía.
Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño
           una torta partida por un rayo.
La sala está revuelta.
El miedo de un venado no cabe en este horno,
           por eso huele así toda la casa.

Pero a quién se le ocurre
dibujar una piedra y tropezar dos veces,
llenar un cenicero con los puntos y comas
          de alguna carta antigua.
¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amor-halcón
          "de una vez para siempre"?

Qué cabeza la mía,
guardar los zapatones en un charco
y aceptar ese baile sabiendo que me espera
una puerta cerrada tras la puerta.



HISTORIETA

La niña abre el baúl y una mano le echa tierra
        en los ojos.
Ella dice: ¡qué hermoso paisaje!
Ahora mezcla pinturas,
revuelve los vestidos de tías adornadas con juegos
         de palabras.
Se amorata, se luce angelical, gira mangosta,
         nova de esparadrapo,
se mira en los espejos que trabajan sin que nadie
         los mire.
En este último cuadro la niña se pinta y se
          despinta, aparece y se borra.
Yo cierro el libro de cuentos infantiles pensando
          que mi lengua es esa niña Sordomuda,
probándose vestidos a la hora en que los demás
           duermen.




En: “Marimba. Antología poética”, Editorial 21, Argentina-México, 1998.
Jorge Boccanera (Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, 1952).
Foto: JB, s/d

miércoles, 20 de febrero de 2013

Jorge Boccanera, siempre estoy comenzando este poema



UN HOMBRE GRITA EN NUEVA YORK

¿quiere ver a la mujer aquélla
vestida de mujer aquélla?
¿quiere ver sus muslos inflamables
su regular concupiscencia ?
¿conocer a sus pechos desordenando el mundo?

acérquese
ponga el ojo aquí sobre la sien
justo en el agujero de la bala.



SIEMPRE ESTOY COMENZANDO ESTE POEMA

siempre estoy comenzando este poema
pero claro
llaman a las puertas las voces cotidianas
o se cae a pedazos el día diecinueve
o se me sube rosi a las rodillas
o caigo en la guitarra buscando no sé qué
siempre estoy comenzando este poema
pero llegan recuerdos de una ternura un día
o me sirven café
o voy a ver al boby que está ladrando mucho
siempre estoy comenzando este poema
y escribo una palabra y ya viene la tarde
con su naufragio entonces
pongo la ternura en una botella
para que alguien recoja pedazos de mis ojos
siempre estoy comenzando este poema
pero llega la noche
quiero decir tu pelo mojado
quiero decir que crezco
y que salgo a caminar tu nombre.



En: “Marimba. Antología poética”, Editorial 21, Argentina-México, 1998.
Jorge Boccanera (Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, 1952).
Foto: JB, s/d


martes, 19 de febrero de 2013

Raúl Artola, el viejo escribe en su nikki




Un hermano

Durante cinco años
cerré las puertas y ventanas
de mi casa.
Entre persianas y vidrios
se acumularon cartas,
facturas impagas, diarios
y folletos, hojas secas,
arañuelas y polvo impalpable,
condones, tapitas de cerveza
y hasta un gorrión muerto,
entre otros regalos
del tiempo.
El día que abrí el ventanal
escuché una canción olvidada,
la luz entró crujiendo
sobre los muebles,
el aire se abrió paso
entre vaharadas de niebla,
las moscas retrocedieron
arrepentidas de su intento
y unos pibes se pararon
a mirar y comentaban por lo bajo.
Me quedé un rato
observando el panorama
con mis viejos anteojos para sol.
De pronto cruzó frente a la ventana
una muchacha de buen andar.
Me acordé enseguida
de mi profesor de biología,
de pistilos y gametos,
la división cariocinética,
cigotos y blástulas,
hasta que perdí la visión
de esa grupa y su trote.
Después me cambié
el piyama húmedo
y salí a comprar
queso, salamín, maníes
y una botella
de fernet.

Diario
El viejo
escribe en su nikki
las impresiones
del día.
Su amiga
en Obaru
se ha roto
una pierna
y el hijo
la ayuda
como puede.
El viejo
quema unas hojas
en el jardín
agrega flores secas
de cerezo
y ruega
para que su ofrenda
llegue
hasta Obaru.
Las nubes parpadean
cuando sube
el humo perfumado.
El viejo entiende
que su amiga
ha recibido
la intención.

(inéditos)


Raúl Orlando Artola (Las Flores, Provincia de Buenos Aires, 5 de diciembre de 1947). 
Periodista, narrador, poeta, docente y editor. Estudió en La Plata. 
En 1975 se radica en Viedma, Provincia de Río Negro.
Foto: FB.

lunes, 18 de febrero de 2013

Raúl Artola, un maestro me cuenta





Parábola de la puerta de calle

a la memoria de Carl Gustav Jung

Un maestro me cuenta
cómo averigua quiénes serán
sus discípulos.
Pregunta a sus aspirantes:
¿para qué sirve
la puerta de tu casa?
¿Para entrar o para salir?
Los débiles de espíritu
dice el maestro
se dejan fascinar
por el falso dilema
y optan por una
de las dos.
Los prácticos y sensatos
responden rápido
y sin dudar:
para las dos cosas.
Hay una clase de inscriptos
que se deliran
con posibilidades insólitas:
para esconderse,
para saludar a la lluvia,
para recibir al cartero
y vulgaridades parecidas.
Una minoría
contesta: para pasar.
Ellos son los interesantes,
afirma el maestro,
con ellos me gusta trabajar.



Siesta

Se hacen agua
mis manos
entre tus piernas
enchárcase
el vórtice del goce
tus manos
se desquitan
en mí
el clímax llega
simultáneo
No hay nada
más profano
no hay nada
más sagrado

Los dioses sonríen
desde altares sencillos.



Happens

Las fuerzas de la naturaleza suceden.
Las obras de arte también, dice Borges que dijo Whistler.
Algunas personas también suceden.
Y a su paso hay quienes se asombran,
se santiguan, se indignan, agradecen,
se arrodillan, sonríen y hasta
claman por ayuda.
O se enamoran aunque no sepan
cómo se hace.



Musa en la noche

Ella toma cerveza
y yo leo una novela de Baricco.
Antes le mandé un mail
sobre la Revolución
(solo ella y yo sabemos
de qué se trata eso).
Le iba a leer unas líneas de la novela
donde se cuenta de una mujer desnuda
que se pasea para que un hombre
la observe y describa
en treinta y dos días.
Pero entran sus hermanas con más cerveza
mientras los chicos duermen.
Yo también me voy a dormir.
Acá en el hemisferio sur es verano.
En cambio ella soporta el invierno
con mucha cerveza
típicamente alemana.
 


(inéditos)


Raúl Orlando Artola (Las Flores, Provincia de Buenos Aires, 5 de diciembre de 1947). Periodista, narrador, poeta, docente y editor. Estudió en La Plata. 
En 1975 se radica en Viedma, Provincia de Río Negro.
Foto: FB.